Secciones
Servicios
Destacamos
Yo no tenía una granja en África…» Yo vivía en una comunidad de agustinos junto al mar. A menos de quinientos metros se encontraba ese mar litoral del Océano Atlántico. Lo he visto bajo el sol abrasador y la lluvia torrencial, iluminado por un rayo ... que, por unos brevísimos segundos, plasma en tu retina una imagen que nunca vas a olvidar, y que si eso ocurriese, ahí estaba el P. Mariano con su cámara para regalárnosla después.
Mareas altas y bajas que se suceden una y otra vez, olas que mecen, olas que golpean y te revuelcan con la fuerza de lo salvaje. Real como la vida misma, como la de cada uno, como la de todos los días. Mar y vida, siempre igual de sorprendentes e impresionantes para la vista, para todos los sentidos, para la memoria, para los recuerdos. Un lugar donde muchos quieren ir alguna vez en la vida, y que a mí me regalaron durante más de quince años.
A veces, me quejé de la lluvia, aunque estoico permanecí junto al portón del patio, y si no bailé, sí canté y tuve buen humor bajo ella. Recuerdo que después, la naturaleza resplandecía. Y cuando te mojabas, a veces te calabas, esa agua de lluvia te limpiaba de todo lo feo que sentías un momento antes, devolviéndote a tu esencia, sintiéndote casi cómo si te bautizarán de nuevo. Echo de menos las rutinas de cada día, los amigos que dejé, la sonrisa de los niños, la felicidad de la que no era consciente, a mi comunidad, y el mar… el olor a mar, la luz del sol y el viento del norte al caminar.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.