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Hoy en día, el uso del móvil en los jóvenes está siendo la génesis de una adicción sumamente fuerte que es motivo de noticias, estudios, tertulias y, por qué no decirlo, consultas psicológicas y psiquiátricas. El tesoro hoy, no es propiamente el dinero, es el ... móvil en sí mismo. Allí se encuentra todo, al menos lo que a este mundo pertenece, tanto legal como ilegal.
Como profesor soy testigo de los muchos problemas con que, en la actualidad, nos viene el alumnado. Crisis de ansiedad, depresión, dependencia… Y en muchos casos, el móvil es el causante. Si pienso qué valores son seriamente perjudicados por el uso indiscriminado del móvil, encuentro que la capacidad de silencio, la reflexión, la serenidad y sobre todo la paciencia salen dinamitados por este diminuto aparato. El móvil nos lo da todo hecho en cuestión de segundos. Tener un móvil a mano hace que ni nos planteemos pensar. ¿Para qué? Sólo hay que pedir, y se nos dará.
Los jóvenes y los no tan jóvenes nos estamos acostumbrando a vivir sin esperas, sin esas que se activan con el esfuerzo y la voluntad. Esa falta de paciencia lleva a muchas frustraciones. ¿Cuántas personas viven de su imagen en internet, del número de 'likes' que reciben, de la respuesta inmediata a las distintas informaciones que generan? No se deja «respirar» nada para que dé su fruto. Tenemos una juventud nerviosa, nos estamos volviendo todos nerviosos. Y no queremos darnos cuenta, no vaya a ser que tengamos que aprender a vivir de otra manera. «Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón» (Evangelio de Lucas. 12, 34).
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