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Una vez, un compositor se encontró con un antiguo compañero que había abandonado sus estudios de música para dedicarse a la oración, y le llamó la atención que estando sus ropas raídas en su cara luciera la felicidad. El compositor, sabiéndole muy creyente preguntó: ¿Qué ... es Dios para ti? Él le dijo: Te responderé cuando tú me contestes: ¿Qué es la música para ti?
El compositor, que había dedicado una gran parte de su vida a la música, reflexionó por unos instantes y le contestó: «Vivo por ella, sin saber si la encontré, o me ha encontrado. Ya no recuerdo cómo fue el principio, pero me ha conquistado. Me da toda mi fuerza. Vivo por ella, porque siempre está para apagar mi soledad. Vivo por ella pues me da todo el afecto. Vivo por ella porque me da valor y me hace sentir vivo. ¡Cómo duele cuando falta! Cómo brilla sencilla y sabia. Si ella canta, mis penas más negras espanta. Vivo por ella y nadie más puede vivir dentro de mí. Ella me da la vida si está junto a mí». Y siguió. «Cada día una conquista, la protagonista es ella también. Vivo por ella porque me ayuda a encontrar la salida, aunque el futuro oscuro parezca. Porque la música es así, fiel y sincera de por vida, vivo por ella y me da días y noches de libertad. Si hubiese otra vida, la viviré por ella también. Vivo por ella, créeme, entregado, feliz, pleno. Yo vivo por ella, yo vivo para ella...
Y el eremita sereno, le contestó: Pues todo eso es Dios para mí.
Y dime ¿Qué es el nacimiento de Cristo para ti?
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