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Si miramos la historia de la humanidad, parece que no es más que un hito de conflictos, uno detrás de otro, que van dando lugar a reinos, países, imperios, para después ir devorándose unos a otros, con la ley del más fuerte, o del ojo ... por ojo, y diente por diente, como práctica y como enseña. Pese a la ONU, a las conferencias de paz y a mil condenas más que, si bien son necesarias, no terminan con las guerras, las hambrunas, y la tan temida carrera armamentística.
¿Por qué hay guerras miles de años después? Es paradójico, todos deseamos la paz; en el ámbito personal, social, económico, nacional e internacional. Pero posiblemente con los deseos, no baste. Mientras la paz no sea una conquista individual, algo que no solo pronunciamos, sino que vivimos con profunda convicción, no un sueño únicamente, o una quimera, sino algo que intentamos también todos, con sinceridad y con verdad, (sus hermanas gemelas), quedará estando lejos, muy lejos la anhelada paz de esta vieja tierra.
Por eso, aunque quieran quitarnos la voz, al menos una vez al año, recordando a Gandhi, 'El no violento', hemos de dar una oportunidad a la paz, buscando que nos escuchen los de cerca y los de lejos. Tenemos que darle la vuelta al viejo cuento, de que si quieres la paz, has de prepararte para la guerra. Y después, toca lo más difícil, respetar al próximo como a uno mismo. Contra la marea y el viento, nuestro día ha de llegar para todos, como una invitación gratuita a la gran mesa de la humanidad donde definitivamente sean bienaventurados los pacíficos y los no violentos.
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