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Comienza un nuevo año y no puedo por menos que pensar en todo aquello que ha quedado atrás. Hasta el 28 de junio mi destino estaba dónde generosamente publican mis artículos. A veces pienso que debería pagar por escribir en El Diario Montañés. En definitiva, ... como loco sin colina, no deja de ser un ejercicio de terapia. Última cuadrilla de clase de Psicología, más terapia de grupo, gratis, con humor hay que mirarlo. Religión sigo dando, a veces creo que doy pena, pero bueno, poco a poco los nuevos alumnos y yo nos iremos entendiendo.
Empezar de nuevo con más de sesenta, cuando muchos ya están jubilados, es un poco duro. Podríamos decir, hoy noche del día 25 de diciembre, cuando escribo, seguro que hay mil cosas mucho más dolorosas, por ejemplo ser un damnificado de la DANA en Valencia y en Navidad. Pienso en la procesión de Infantil de Semana Santa. Lo mejor de la Pastoral en Santander el año pasado, eso creo yo. ¡Qué alegría la de alguna pequeña cofrade! Pienso también en los badenes para los autobuses frente al portón, diez años para conseguirlos. Algún disgusto con los más pequeños cruzando el paso de cebra se habrá impedido.
Pienso en «mi balcón», con sus geranios y sus vistas. Recuerdo los vinos con los amigos en la Tasca, ¡atascados! comentaba algún «caritativo». Pienso en Abilio, padre de Mariano, Esteban y Jesús Isidro (Agustinos) y de Pilar. Se fue por todos los Santos a celebrar la Navidad con su esposa Pilar. Recuerdo el olor a mar... Un año nuevo, mucho por descubrir, mucho por escribir. Dios bendiga el tiempo porvenir.
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