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Después de un curso intenso, mirando hacia atrás, pongo en común, reflejos de luz, consejos para un educador. Que si lo piensas un poco, es algo que a todos nos toca; bien sea en casa, en el colegio, incluso en el templo. Porque para educar ... no hay que buscar que los jóvenes entren por el aro sino, más bien, por el corazón. Y habrá que perdonar mil veces para que sientan lo que es el perdón. Tendrás que ser cercano, tendrán que verte humano, e incluso como ellos, a veces con contradicciones, perdido, desnortado.
Habla menos, procura escuchar, empatizar. No pienses que vas a recoger fruto si no siembras, si no te gastas e incluso si no mueres en el surco. Además, no importa que lo recojas tú, porque tú siembras para el futuro, tan generosamente, que tu recompensa es hacer lo que haces, porque quieres hacerlo. El fracaso es una asignatura obligatoria para el éxito duradero, fracasar, lleva a reintentarlo una y otra vez, y eso, es crecer. No podemos seguir diciendo lo que no hacen, hay que facilitar, y felicitarles por lo que hacen bien. Sorprender, siempre hay que sorprenderles. No son enemigos, son en muchos casos, personas asustadas, incluso heridas, que necesitan que les ayuden a encontrar la salida, a descubrirse, a reconocerse, a sentirse seguros de sí.
Ulises, para no rendirse al canto de las sirenas, que seducían a los marineros y los hacían estrellarse contra las rocas, se ató al árbol de la nave y tapó las orejas de sus compañeros de viaje. En cambio, Orfeo, para contrarrestar el canto de las sirenas, entonó una melodía más hermosa, que encantó a las sirenas.
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