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El testimonio de vida de San Agustín, es una escuela de santidad. Sus escritos y confesiones son una gran enseñanza, no hay pecado ni situación que la gracia de Dios no pueda transformar. Agustín, un hombre incrédulo, egocéntrico, apegado a las riquezas, fiestero, con vida ... afectiva desordenada, con algunos vicios, acorralado por sus defectos y con muchas debilidades, se encontró con la verdad que todo lo transforma y abrió su corazón al plan que Dios tenía para su vida. Hoy es un gran santo y doctor de la Iglesia. ¡Así es Dios! Capaz de burlar los estereotipos humanos y la sabiduría de los sabios.
La santidad no se alcanza de repente, sino que requiere un continuo peregrinaje por las callejuelas del vivir diario, con sus alegría y penas, con sus caídas y sus levantarse… Lo importante es no desmoronarse ante los tropiezos sino resurgir de ellos convencidos de que Dios está a nuestro lado y nos ayuda siempre. Jesús muestra a los pecadores que no mira su pasado, la condición social, las convenciones exteriores, sino que más bien les abre un futuro nuevo, basta responder a la invitación con corazón humilde y sincero.
La Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de discípulos en camino, que siguen al Señor porque se reconocen pecadores y necesitados de su perdón. La vida cristiana, entonces, es escuela de humildad que se abre a la gracia. La misión de Jesús es esta: ir en búsqueda de cada uno de nosotros, para sanar nuestras heridas y llamarnos a seguirlo con amor. «No hay un santo sin pasado, ni un pecador sin futuro». (San Agustín). ¿Qué te impide ser santo/a?
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