Tengo un tractor amarillo

No podemos negar que la modernidad ha dado la espalda al campo, la sociedad ha ignorado parte de sus orígenes y ha menospreciado demasiadas realidades rurales llenas de sabiduría y naturaleza. Ojalá que estos días de protesta sea un tiempo de darnos cuenta de todo lo que el mundo rural nos da. Pero no solo eso, un tiempo para valorar que el campo y su gente no son útiles sólo por su generosidad silenciosa, sino que son valiosos en sí mismos y que como tales los debemos apreciar, cuidar y atender sus justas demandas. Si el campo se muere, también nos morimos todos.

Estos días los tractores, de todos los tamaños, amarillos, verdes, azules o rojos… «están de moda, es lo que se lleva ahora». Si no escuchamos las demandas del campo, también es posible que ellos desaparezcan. Dicen que lo que confirma la locura no es que uno hable sólo, sino que se conteste. Mientras estamos atrapados en las retenciones, nosotros y los labradores también hablamos solos. San Isidro, ruega por los labradores y por nosotros.