Aguayo, una oportunidad energética para Cantabria

Ya nadie pone en duda que las fuentes energéticas renovables deben cubrir en pocos años el 100% de la demanda de electricidad y, cómo no, la Unión Europea ha exigido a sus miembros que acometan sin pausa las actuaciones que sean necesarias para alcanzar ese objetivo consciente de la fragilidad de su suministro energético que la triste guerra en Ucrania ha puesto en evidencia. En el caso de España podemos decir que sí está respondiendo. Sin embargo, el reparto de esfuerzos es muy desigual. Existen seis comunidades autónomas campeonas en generación renovable que generan por sí solas el 82% de la energía renovable de España, con nuestra vecina Castilla y León a la cabeza generando el 17%. Frente a esta realidad se encuentra Cantabria, que genera menos del 0,2% del total.

Es cierto que en nuestra región tenemos difícil aprovechar la energía solar, como no ocurre en otras comunidades, pero sí que tenemos recurso eólico y solo contamos con un parque de los más de 1.250 que están en funcionamiento en España. Y, aunque se decía que había una avalancha de proyectos eólicos, la realidad es que solo siete nuevos han pasado la evaluación de impacto ambiental favorablemente y con eso no se llega ni al 40% de los objetivos que se marcaron para el pasado 2020 –seguimos desde entonces sin nuevo plan energético–. Por mucho que digan los que se oponen a esta energía, la realidad muestra a las claras que Cantabria no hizo sus deberes en esta materia.

Volviendo a la central de Aguayo, ¿por qué es tan importante? Porque las energías renovables, a pesar de que actualmente son las más competitivas desde el punto de vista económico, no son predecibles y necesitan un soporte o sistemas de acumulación. La ampliación de Aguayo, que supone actuar sobre la central existente salvando las complicaciones ambientales y urbanísticas que conlleva, permitiría tener en Cantabria una central de bombeo reversible capaz de producir, cuando el sistema eléctrico lo requiriera, más energía sin emisiones que cualquier central nuclear instalada en España. Eso sí, para bombear el agua al depósito superior y poderla utilizar posteriormente hay que utilizar energía limpia y esta vendría de los parques eólicos que se pretenden instalar cerca de la central de Aguayo. Con ello se lograría un sistema eficiente y marcadamente regional que permitiría, entre otras cosas, que nuestros hogares y empresas disfrutasen de unas tarifas eléctricas muy ventajosas, lo que, sin ninguna duda, atrae inversión y crea empleo.

Es paradójico que el propio Ayuntamiento de Aguayo, que está posicionado favorablemente respecto a la central de bombeo, esté poniendo todas las trabas, algunas muy discutibles desde el punto de vista legal, a la implantación de parques eólicos en la zona, cuando la central de bombeo requerirá de energía limpia para su funcionamiento.

Está claro que no se puede pedir a un ayuntamiento un esfuerzo ilimitado en este sentido, pero tiene que haber un término medio. Otros consistorios podrían haberse opuesto en el pasado a que por su territorio discurriese la Autovía de la Meseta o a albergar un vertedero o una depuradora o una línea de alta tensión, pero Cantabria lo necesitaba y todos asumieron el bien común. Ahora la región necesita generar y acumular energía limpia y el tándem parques eólicos y central de bombeo de Aguayo puede ser muy beneficioso, especialmente para la zona de Campoo en la que siempre han tenido cabida nuevas iniciativas empresariales.

En esta necesaria transición energética las cosas pueden y deben hacerse bien y todas las partes implicadas deben colaborar para que así sea. Desde el sector eólico el planteamiento es claro: invertir en proyectos que sean aprobados por la autoridad ambiental y con el compromiso de beneficiar a los territorios que alberguen las instalaciones.