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El pasado día 11 de este mes El Diario Montañés informaba de la preocupación de los vecinos de la calle Alta de nuestra ciudad, Santander, ante la posible desaparición del parking habilitado en la superficie que ocupó la prisión provincial durante muchos años, tema éste ... recurrente en este periódico, reflejo del hecho de que éste problema es una de las principales reivindicaciones que plantean no solo los santanderinos sino los vecinos de otras localidades que acuden diariamente a la ciudad. Desde luego poco o nada hemos hecho por resolver el problema y eso que al ser cada día mayor el número de vehículos que precisan aparcar cada vez será mayor la necesidad de contar con más aparcamientos, por lo que disponer solo de parkings subterráneos hará imposible dar respuesta a tales necesidades. Su solución, por tanto, exigirá la construcción de aparcamientos en vertical, pues solo ellos ayudarán a resolver un problema que de no adoptar medidas suficientes se hará totalmente irresoluble en un más que próximo futuro.
Por otra parte, el creciente número de coches eléctricos que se observa hace necesario contar con suficientes puntos de recarga, por lo que la existencia de aparcamientos en superficie, y mucho más los aparcamientos en nuestras calles, harán los mismos inservibles para tales vehículos ya que llegará un momento en que todo aparcamiento, mucho más si es de media o larga estancia, deberá disponer del correspondiente punto de conexión eléctrica en todas sus plazas para la recarga de las baterías de tales vehículos, que en un tiempo más o menos próximo serán todos.
Algunos partidos políticos han ofrecido en su programa de las últimas elecciones municipales hacer grandes aparcamientos subterráneos en lugares como la calle Castilla o la calle Joaquín Costa, pero en las infografías que presentan para visualizar cómo quedaría la zona provista de esas dotaciones siguen apareciendo coches aparcados en superficie en vez de dedicar tal área a zona exclusiva para espacios verdes y de peatones, pues una vez que se aborda un proyecto de tales características lo lógico sería aprovechar el mismo para dedicar toda su superficie para el uso y disfrute de los ciudadanos, en los que los niños puedan jugar y los demás, jóvenes y mayores, disfrutar de espacios libres de contaminación, en los que las plantas y zonas verdes sustituyan a los coches.
En un reciente artículo publicado en este mismo periódico por quien esto escribe se hacía mención a la necesidad –más bien urgencia, diría yo– de ir eliminando los coches de nuestras calles, pues además de las exigencias anteriores estarán las derivadas de la entrada en funcionamiento de vehículos que funcionarán de forma autónoma y a demanda del usuario, por lo que la existencia de grandes parques de estacionamiento serán no ya convenientes sino imprescindibles, lo que exigirá la construcción de gran número de grandes aparcamientos en vertical, unos dentro de las propias ciudades para el aparcamiento de los coches de uso diario, y otros fuera de las mismas para aquellos vehículos de uso menos frecuente.
Ésto, que ahora y aquí parece algo fuera de la realidad, está siendo ya una práctica sino generalizada si, al menos, bastante frecuente en otras comunidades, Así, ya hay ciudades en las que se han construido gran número de tales aparcamientos (en uno de ellos, al que accedí, conté hasta catorce plantas dedicadas en exclusiva al aparcamiento de coches) con unas fachadas que en nada desmerecían del resto de edificios de su alrededor y con sus bajos dedicados, al igual que el resto de edificios, a tiendas y comercios de todo tipo, incluidos bares y restaurantes, por lo que en nada se diferenciaban tales edificios de los dedicados a viviendas.
Esto permitía que sus habitantes dispusieran de suficientes plazas de aparcamiento, además de las que tuviesen en su propio edificio, y que quienes se desplazaran a esa zona pudiesen aparcar cómodamente y, lo que es más importante, que sus calles no fuesen un almacén de coches, tal y como ocurre en la mayoría de nuestras ciudades y pueblos, por las que podías transitar cómodamente y en las que los árboles habían sustituido a los vehículos de todo tipo.
Estos edificios, como me explicaba un arquitecto conocedor de la zona, tienen además la ventaja de su fácil reconversión; si en un momento dado así se decide, en oficinas, centros comerciales y hasta viviendas, con lo que se puede ir a un uso u otro en función de las necesidades y evolución de la zona en la que tales inmuebles se encuentren ubicados. Su construcción en nuestras ciudades, por tanto, será, a no tardar, algo normal derivado de una demanda que los hará imprescindibles.
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