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La catástrofe producida en Valencia, y en menor medida en otras provincias españolas, como Albacete o Málaga, por la DANA que recientemente azotó con gran virulencia extensas zonas de esas provincias españolas debiera hacernos reflexionar, de forma responsable y serena, sobre qué hicimos o, lo ... que es tan importante, qué no hicimos y debiéramos haber hecho en base a lo sucedido en catástrofes anteriores.
En un comunicado publicado el pasado 3 de noviembre, el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Comunidad Valenciana decía, al analizar las consecuencias de la DANA en la provincia de Valencia, que «las únicas medidas efectivas son las presas o los encauzamientos de ríos» y a tal efecto destacaba que «el coste de rehacernos de esta situación será mayor que el de haber ejecutado los proyectos que hubieran podido evitar muchas de sus consecuencias». Para ello subrayaba la importancia crucial de las instalaciones hidráulicas en servicio –hechas, algunas de ellas, después de catástrofes sufridas en la zona, cuál fue la padecida por la ciudad de Valencia el 14 de octubre de 1957– cuya presencia ha mitigado de manera significativa los efectos de la inundación, refiriéndose, a tal efecto, a la capacidad de laminación de la presa de Forata y al nuevo cauce del río Turia, infraestructuras que permitieron encauzar un caudal excepcional, evitando con ello un impacto aguas abajo de una magnitud difícil de imaginar. Las soluciones técnicas necesarias para ello, continuaba el comunicado, ya están proyectadas y respaldadas por estudios exhaustivos. Sin embargo, lamentan que su realización depende de acuerdos y voluntad política, así como de la financiación adecuada para convertirlos en realidad. ¿Cuánto nos va a costar ahora rehacernos de esta situación?, se pregunta el citado Colegio de Ingenieros. Atrevámonos a compararlo con el coste de ejecutar los proyectos, que ya están planificados, y que ayudarían a paliarla, retan. Por todo ello, los ingenieros valencianos instan a todas las administraciones y a los agentes sociales a trabajar juntos y aunar esfuerzos para llevar adelante los proyectos planteados. Solo con un compromiso conjunto podremos mejorar la resiliencia frente a eventos climáticos extremos y salvaguardar tanto a la población como el entorno, concluyen.
En esta misma línea, Luis Mediero, catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid y experto en inundaciones urbanas, comentaba la necesidad de que el cambio climático sea un factor a considerar a la hora de diseñar nuevas infraestructuras y subraya la importancia de la educación y la información emitida a la población sobre los riesgos que implican estos fenómenos. Igualmente, indica que las únicas medidas realmente efectivas provienen de la ingeniería civil, tal como son, por ejemplo, las presas o los encauzamientos de ríos. A tal efecto, el profesor Mediero asegura que, pese a la magnitud de la tragedia, las infraestructuras existentes han funcionado correctamente y pone también el ejemplo del nuevo trazado del río Turia en Valencia, obra que al evitar que el río discurra por su cauce histórico eliminó el riesgo que ello entrañaba para la propia ciudad de Valencia, medida que de no haberse adoptado en su día es seguro que ahora se hubiera producido una tragedia aún mayor. De análoga forma positiva, añade el profesor, han funcionado las presas de laminación situadas en Valencia y en Murcia, las cuales, al acumular importantes volúmenes de agua, logran reducir los caudales aguas abajo, minimizando así los daños por inundación.
De esta forma, los expertos creen que de haberse ejecutado las obras públicas necesarias, muchas de ellas ya proyectadas, las consecuencias de esta virulenta DANA no hubiesen sido las mismas. Urgen, por tanto, a la clase política a llevar a cabo las inversiones necesarias para desarrollar este tipo de infraestructuras –aunque las mismas, por no ser visibles para los ciudadanos, no sean demandadas por los mismos– para que una tragedia como ésta no vuelva a producirse.
Y es que al igual que el saber popular dice que las mejores soluciones para evitar los incendios forestales no son las aplicables cuando en un verano caluroso o de mucho viento sur aquel se ha producido sino que las mismas radican en los trabajos que se hacen en invierno limpiando los montes y adoptando las medidas precisas de prevención, también en las zonas inundables las soluciones, tal y como los expertos nos indican, no están tanto cuando las lluvias se producen sino en la adopción de las medidas preventivas que eviten o minoren sus consecuencias. Confiemos, por ello, que una vez que se resuelvan las enormes consecuencias de la catástrofe vivida, se reparen los grandes destrozos producidos y se atiendan y resuelvan las necesidades materiales y psicologicas de los múltiples afectados, se adopten, sin dilación, las decisiones pertinentes para poner en marcha las obras de prevención que eviten consecuencias como las ahora producidas cuando llegue una nueva DANA, que algún día, no sé si pronto o tarde, es seguro llegará.
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