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La confrontación ideológica de los distintos partidos políticos que luchan por conseguir el apoyo de los electores es lógica y necesaria, pues si no hubiese diferencias entre ellos en vez de una democracia en la que cada uno defiende unos postulados diferentes sería la expresión ... de una idea única; es decir, del partido único, y eso no es otra cosa que la dictadura de uno sobre todos, sin posibilidad de que nadie le lleve la contraria ni exprese otra cosa que la adhesión incondicional al mando.
Sin embargo, no debemos confundir la confrontación entre partidos de diferente ideología con propugnar y favorecer desde ellos la división y el enfrentamiento entre españoles, pues con independencia de que cada cual defienda sus propias ideas lo lógico es llegar a acuerdos entre las distintas fuerzas políticas que posibiliten lo mejor para el conjunto de los ciudadanos. Ello significa que debe haber colaboración entre los diferentes partidos políticos, principalmente con aquellos que por su dimensión representan al mayor número de ciudadanos y que por su ideología estén más próximos, aunque a lados distintos del espectro ideológico, huyendo por tanto de los extremos y de cuantos defienden los cordones sanitarios y la eliminación del adversario y, por supuesto, dejando a un lado a cuantos estén en contra de los valores fundamentales de nuestra Constitución y de la democracia.
A tal efecto, en las elecciones para la primera legislatura, celebradas inmediatamente después de la aprobación de nuestra Constitución, quien esto escribe, entonces metido de lleno en el fregado político, decía en los mítines que realizábamos por toda nuestra provincia que la política tenía que ser como el fútbol, en el que los aficionados a tal deporte, mucho más si son acérrimos hinchas, por muy amigos que sean, si uno es del Madrid y otro del Barcelona, como igual ocurre si lo son del Sevilla o del Betis, si discuten de fútbol nunca se van a poner de acuerdo, lo que no impide que puedan ir a tomar unos vinos juntos, (con prohibición, eso si, de discutir después de fútbol), y seguir siendo los mejores amigos del mundo. Pues igual –decía en tales mítines– tenemos que hacer en la política, pues si yo pensara igual que un socialista estaría en el PSOE y si éste pensara igual que yo habría estado en la UCD, lo cual no debe impedir que ambos, por militar en partidos distintos, dejemos de compartir relaciones comunes y, por supuesto, sigamos siendo buenos amigos y nos ayudemos en todo lo que fuere menester.
Al centrar nuestra atención en el mapa político de nuestro país observamos, con preocupación y tristeza, que el PSOE, partido que hasta ahora ha representado el espectro político del centro izquierda haciendo, como corresponde a tal ideologia, una política socialdemócrata, en comunión con sus homólogos de los países de nuestro entorno, se ha inclinado de una forma incomprensible hacia los postulados más populistas y de extrema izquierda, contando para ello con los partidos independentistas de Cataluña y el País Vasco y hasta con los herederos y defensores de los terroristas de ETA, ignorando con ello totalmente al otro gran partido que representa al centro derecha y que, al igual que aquel, durante muchos años, y en alternancia entre ambos, ha realizado en España una política homologable con el resto de países de nuestro entorno de tal espacio político. Política que ahora pretende condicionar por su derecha un partido de corte más populista y vociferante que hace que muchos de sus posibles votantes se retraigan a la hora de acercarse a las urnas por miedo a que sea verdad, como dicen sus oponentes, que de necesitarle para gobernar éste impondrá sus políticas de extrema derecha.
A la vista de lo anterior, ahora que iniciamos un nuevo año, parece necesario y urgente que ambos partidos, PP y PSOE, que no debemos olvidar representan entre los dos prácticamente el ochenta por ciento del electorado, se pongan de acuerdo y realicen una política de acercamiento que posibilite resolver los problemas mas urgentes que a todos nos afectan, sin necesidad de tener que contar para ello con los pequeños partidos independentistas e insolidarios con los intereses generales de la mayoría de los españoles, como tampoco con los partidos de sus extremos ideológicos.
Conseguido eso, lo lógico y razonable sería hacer entre ambos un plan de futuro que permita evitar situaciones como la que estamos viviendo, plan que debe contemplar, como medida imprescindible y prioritaria, la modificación de una ley electoral que por haber sido realizada en 1977 para las primeras elecciones celebradas una vez finalizada la dictadura, y por tanto previa a la Constitución, da un poder total y absoluto a los partidos políticos en detrimento de los diputados elegidos por cada uno de ellos y, más aún, de los ciudadanos que los votaron.
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