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Con frecuencia vemos a los presidentes de algunas comunidades autónomas hacer declaraciones públicas en sus despachos oficiales en los que detrás de algunos de ellos, y más en concreto en los del País Vasco y Cataluña, solo aparece la bandera de su comunidad autónoma. Lógico ... es que la enseña de la comunidad de la que es presidente aparezca en lugar destacado, cual es su despacho oficial, la sala de reuniones del consejo de gobierno y en cuantos lugares use el presidente para sus actividades públicas. Pero, ¿y la bandera de España? ¿Por qué no luce nuestra enseña nacional junto a la de la propia comunidad, y además con preeminencia sobre ésta, en tales recintos? ¿Es que acaso no son tales presidentes los máximos representantes ordinarios del Estado en sus respectivas comunidades?
¿Cómo es posible que quienes ostentan el gobierno de todos los españoles consientan eso? ¿Cómo es posible que si no hubiese una ley que obligue a la presencia en todos esos actos de nuestra bandera nacional –cosa que dudo, ya que seguro existe más de una norma que regula tal presencia en los recintos y actos oficiales– no se aprueba la correspondiente legislación al respecto? Y si existe, ¿por qué no se sanciona a quien lo incumpla?
Sin ir más lejos, en la reciente toma de posesión del presidente de la Generalidad de Cataluña, Salvador Illa, por más señas secretario general del Partido Socialista de Cataluña, pudimos ver que en que solo estaba la bandera de Cataluña. Sin rastro de la bandera de España, y ello a pesar de que prescindir de la misma es un desaire a los muchos catalanes que se sienten, además de catalanes, plenamente españoles, y de que ese presidente, en su calidad de tal, es el máximo representante del Estado en Cataluña, por lo que prescindir de la bandera nacional en sus actos oficiales es totalmente injustificable y contrario a toda lógica democrática. Y eso lo hace, en el caso reseñado, no lo olvidemos, un señor que se dice socialista. Y eso se hace sin que el Partido Socialista Obrero Español diga nada y desautorice tal proceder. Y eso se hace con la presencia de varios ministros del Gobierno de España, los cuales ni exigen la presencia de la bandera nacional, a la que ellos representan, ni tienen la dignidad de ausentarse del acto al ver que la misma no solo no ocupaba el lugar que le corresponde sino que simplemente no está. Y eso se hace sin que el presidente del Gobierno de España haya dicho ni una sola palabra sobre el asunto.
Es posible que muchos piensen que lo anterior no tiene importancia y que una bandera más o menos no merece organizar ningún lío ni plantear por ello ningún conflicto. Claro, que buenos son ellos si ahí donde corresponde estar su enseña autonómica no se la coloca en el lugar adecuado. Así, cuando sus presidentes van de visita oficial al Palacio de la Moncloa a reunirse con el presidente del Gobierno español, vemos siempre ambas banderas juntas, al contrario de lo ocurrido en una de las últimas visitas que vimos en el Palacio de la Generalidad, en Barcelona, donde nada menos que al presidente del Gobierno de España lo recibió el titular del mismo, perteneciente entonces a ERC, exclusivamente con su bandera autonómica; y encima, al pasar delante de ella, ambos se volvieron y dieron el cabezazo de rigor en señal de respeto a la misma. Y el Sr. Sánchez se lo tragó y admitió.
Hemos puesto el ejemplo de los gobiernos autonómicos de algunas comunidades concretas, y citado en las mismas a sus presidentes, por lo que fácil es deducir lo que harán en las mismas los múltiples cargos políticos de tales gobiernos autonómicos en los actos oficiales que diariamente realizan y el uso, o más bien desuso, que harán de nuestra bandera nacional en los mismos. Seguro que la partida de gasto en banderas españolas no es una de las que generen déficit en el presupuesto anual de las mismas.
Si de la administración autonómica descendemos a la administración local es seguro que ahí donde gobiernan los partidos independentistas, y desgraciadamente en algunos en los que son los socialistas quienes desempeñan tal responsabilidad, la bandera española brillará por su ausencia, incluidos el exterior de los propios edificios municipales y, por supuesto, en los despachos oficiales y salones de plenos.
Ante este estado de cosas pienso si no ha llegado el momento de que el Gobierno de España actúe, de una vez por todas, y con toda energía, para exigir la presencia de nuestra bandera con la preeminencia que le corresponde, al igual, por supuesto, que la fotografía de nuestro Rey, ahí donde una y otra deban estar, sancionando ejemplarmente a quienes tales obligaciones incumplan.
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