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La existencia de una colonia en el corazón de Europa es, sin ninguna duda, una anomalía que a estas alturas de siglo carece totalmente de sentido. Unos países, los europeos, que hoy defendemos y practicamos unos valores de los que nos sentimos orgullosos, que nos ... han hecho avanzar en grado sumo como seres humanos y que han ejercido gran influencia en otros continentes que hoy beben de esos mismos valores, por lo que el mantenimiento de situaciones como la citada son aún mucho más incomprensibles.
Los conflictos y guerras entre los diferentes países de Europa a lo largo de la historia, en los que tanto Inglaterra y España participaron activamente, dieron lugar a enfrentamientos, la mayor parte de las veces, o a colaboraciones, las menos, que marcaron nuestras relaciones, dando lugar, en algunas ocasiones, a problemas que aún subsisten actualmente, cuál es el caso comentado de Gibraltar.
Como es sabido, la guerra de sucesión a la Corona española entre un candidato francés y otro austriaco dio lugar a que Inglaterra, al frente de una escuadra naval anglo-holandesa y en nombre del candidato austríaco, tomase Gibraltar en 1704, y como ha sido frecuente en la historia inglesa, aprovecharon tal acción para quedarse con la plaza recién conquistada, hecho que legalizó posteriormente por el Tratado de Utrecht el 13 de julio de 1713, hizo, por tanto, ayer jueves, trescientos diez años.
Posteriormente, con uno u otro pretexto, desde el humanitario, cuál fue, como consecuencia de una pandemia, la instalación de un hospital de campaña en el istmo que separaba el peñón propiamente dicho –único territorio cedido a Inglaterra por el tratado anteriormente citado– del resto del territorio español, y en el que posteriormente construyó su actual aeropuerto, fue realizando sucesivas ampliaciones del mismo, aprovechando para ello los momentos de debilidad de nuestro país, consolidando así su posición inicial, hasta llegar al momento actual en el que han convertido dicho territorio en un paraíso fiscal desde el que nos hace una descarada y nada leal competencia económica.
La entrada de España en la Unión Europea, en la que ya entonces estaba integrado el Reino Unido, obligó a nuestro país a abrir la verja que durante muchos años impedía la comunicación entre ambos territorios –y que, no debemos olvidar, había sido levantada por los propios ingleses para así apropiarse de facto de todo el territorio que la misma delimitaba– pero que ahora les interesaba tuviese plena comunicación con el resto de la península y, a su través, con el resto de países integrados en la Unión Europea.
La salida del Reino Unido de la UE ha propiciado una situación nueva, y muy favorable para España, en las relaciones de nuestro país con quien hasta ahora, como socio de la propia Unión Europea, gozaba de todas las ventajas que ello le proporcionaba a la hora de exigir condiciones favorables para un territorio que considera propio. Ventajas que todos esperamos aproveche ahora España, con el respaldo de toda la Unión, para revertir dicha situación, ya que no para acabar, de una vez por todas, con la anomalía de que siga subsistiendo una colonia en el corazón de Europa, y contando, como cuenta, con el acuerdo de las Naciones Unidas para la descolonización de tal territorio.
En un futuro, no sabemos cuándo, pero seguro que acabará ocurriendo, el Reino Unido, una vez su población asuma su error y deje a un lado su orgullo herido, solicitará su reingreso en la Unión Europea. En ese momento, si no lo hubiéramos conseguido antes, España debe hacer valer su exigencia del desmantelamiento de la última colonia en suelo europeo y no dar su aprobación a tal ingreso si no se reintegra con anterioridad, y en toda su plenitud, Gibraltar en España, no admitiendo promesas que sabe que Inglaterra, una vez logrado su objetivo, no iba a cumplir, ni situación alguna de privilegio para tal territorio y sus habitantes. Es claro, ante tal pensamiento, que muchos dirán eso de «largo me lo fiáis», pero después de más de trescientos años de espera hacerlo unos cuantos años más tampoco es tan importante, siempre y cuando, claro es, no sigamos consintiéndoles más de lo que no nos quede más remedio que admitir y aprovechemos cuantas ocasiones tengamos para limitar las actividades de la colonia a lo que en estricto cumplimiento del derecho internacional les corresponda. Ahora que la Unión Europea debe firmar un acuerdo con el Reino Unido, al igual que antes hizo sobre Irlanda del Norte, en el que España, lógicamente, tiene mucho que decir, esperemos que el mismo suponga una ventaja para los habitantes españoles que viven alrededor del peñón y no a la inversa.
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