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Nuevamente nos volvemos a adentrar en la Navidad, esa época del año deseada por los más pequeños y temida por muchos mayores por el trabajo que entrañan las cenas, comidas y demás reuniones familiares, cuando no la casa rebosante de personas a los que atender, ... pero también, claro es, unas fiestas muy especiales para disfrutar de la presencia de quienes el resto del año están lejos de casa.
Es momento, por tanto, de intentar olvidarnos, aunque sea por unos días, de los problemas que nos agobian durante el resto del año, bien como individuos bien como miembros de la sociedad de la que formamos parte.
Es, por ello, momento de intentar olvidarnos, aunque sea por unos días, de las guerras que asolan no ya solo a países que por su lejanía nos quedan muy ajenas a nosotros sino también de aquellas que por su proximidad, por formar parte de nuestro propio continente europeo, nos afectan más directamente, tal como es la invasión de Ucrania por su vecina Rusia, con la consiguiente cruenta y larga contienda entre estos dos países. Difícil resultará también dejar a un lado un conflicto tan sangriento como peligroso para la paz mundial cuál es el de Israel y sus vecinos de Líbano y Palestina, sin olvidar su continuo toma y daca con Irán, en una de cuyas escaramuzas se les puede ir la mano a uno u otro y organizar un zafarrancho en el que todos nos veamos implicados.
Ya a nivel interno es momento de intentar olvidarnos, aunque solo sea por unos días, de esa actitud barriobajera que caracteriza a la política en estos tiempos, en los que los principales partidos políticos en vez de dialogar y negociar entre sí para resolver los problemas que a todos nos afectan se dedican a insultarse unos a otros y a practicar esa política absurda y tan lejana a los intereses generales como es la de resolver sus diferencias a base del «y tú más».
Más difícil va a resultar intentar olvidarnos, aunque solo sea por unos días, de aquellos problemas que por su cercanía van a seguir haciendo acto de presencia en el día a día de todos nosotros. Dejarlos a un lado será harto complicado. Y no, no es que seamos más o menos pesimistas, es que los problemas de nuestras comunicaciones ferroviarias o la falta de puestos de trabajo adecuados para quienes por tener una buena formación tienen que salir fuera de nuestra región a trabajar por no encontrar un empleo adecuado en nuestra propia comunidad –y que éstos días se harán más visibles al visitarnos muchos de los afectados–, por no hablar de la imposibilidad de acceder a una vivienda digna para muchos de nuestros jóvenes, continuarán haciéndose presentes y seguirán tan difíciles de resolver como necesario y urgente sería poder hacerlo.
E imposible será para muchos abstraerse de la situación calamitosa en la que han quedado tras el arrasador paso por Valencia de la DANA que tanta ruina, dolor y muerte causó.
Difícil nos resultará también olvidarnos, aunque sea por unos días, del aumento de precios que durante estos últimos años han sido una constante que comprobábamos cada vez que nos acercábamos hasta un centro comercial, fuese éste de lo más necesario para nuestra cesta diaria de la compra como de cualquier otro elemento de nuestra vida cotidiana, incluidos aquellos otros, no imprescindibles pero también necesarios, cuando de pasar un rato de ocio con amigos y familiares se trataba, tales como bares o restaurantes.
Sería bueno que estas fiestas navideñas, demasiado cortas para los niños, demasiado largas para muchos mayores, nos puedan permitir a todos zafarnos, aunque solo fuera por unos días, tanto de los problemas comentados como de aquellos otros de los que los medios de comunicación nos informan a diario y que, por ello, están presentes en nuestras habituales conversaciones con amigos y conocidos.
De una cosa podemos estar seguros, y es que, como todas las demás, estas fiestas pasarán y los problemas más o menos próximos, así como los conflictos nacionales y las pugnas internacionales, volverán a aparecer en toda su plenitud una vez nos reincorporemos a nuestra vida ordinaria, por lo que aprovechemos las mismas para descansar y reflexionar sobre lo que nosotros mismos hacemos o dejamos de hacer a la hora de contribuir a la solución de los problemas que por estar en nuestras manos podemos ayudar a resolver, y al desear un feliz año 2025 para todos confiar, aunque en este caso nos tachen de optimistas, que el nuevo año sea el inicio de un periodo de paz y prosperidad para toda la humanidad y, por supuesto, para todos los amables lectores a los que, desde esta tribuna, deseo lo mejor de corazón.
¡Felices fiestas!
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