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El pasado año decía en grandes titulares este periódico que en Cantabria habían desaparecido 224 negocios y el 8 de julio de este mismo año añadía que a nivel nacional 8.000 pequeños negocios habían cerrado sus puertas en el último año. Nuevamente, el 18 ... del pasado mes de agosto, indicaba que en estos momentos hay 673 autónomos dedicados al sector minorista menos en Cantabria que hace cinco años, y este mismo domingo titulaba que el cierre del comercio tradicional está dando paso a pisos turísticos, trasteros y garajes, datos todos ellos que ponen de manifiesto la influencia que está teniendo en nuestro comercio tradicional la compra en grandes superficies y, lo que no es nada desdeñable, a través de internet, pues cada vez es más frecuente ver cómo llegan a nuestras casas multitud de paquetes, grandes y pequeños, conteniendo los productos que previamente han sido adquiridos por tal medio.
Indudablemente éstos nuevos sistemas de compra sin presencia física tienen sus ventajas pero, en contrapartida, suponen también un riesgo que en un momento dado pueden suponer un problema para todos y cada uno de nosotros a la hora de adquirir un determinado producto. Y es que, acostumbrados como estamos a ver lo que compramos, a tocarlo y, si es preciso, a probarlo, hacer las compras a través de un ordenador resulta para muchos, principalmente personas mayores, difícil o, cuando menos, no tan gratificante. A lo anterior debemos sumar el impacto negativo que en la economía de nuestras ciudades y pueblos, en sus núcleos centrales y en sus barrios periféricos, tal sistema de compras puede representar pues es evidente que la economía que representa repercute más a nivel nacional y, en muchos casos, en economías ajenas a nuestro país, que lo que pueda hacerlo a nivel local o regional. Ello tendrá una incidencia, y no pequeña, en nuestro modelo comercial, lo que representará un importante impacto en el empleo local y, por ello, una vez más, en nuestra economía más cercana.
Por otra parte es de tener muy en cuenta que las tiendas en nuestras calles y barrios dan vida a su alrededor, pues sus escaparates durante el día y su iluminación por la noche transmiten alegría y vida. ¿Qué sería del centro de nuestras ciudades sin tiendas en sus calles? ¿Y de los barrios más periféricos? ¿Quien transitaría por ellas, aparte de los propios residentes en las mismas? Indudablemente, nuestras ciudades, sin las tiendas y comercio que hoy las caracteriza, serían totalmente diferentes, y no precisamente mejores, y la vida en las mismas, más allá de los bares y el trasiego de unos a otros, que esos, al menos de momento, no parecen peligrar, carecerían del bullicio y la vida que un buen y variado comercio representa.
A todo lo anterior debemos añadir otro factor, que hoy puede ser positivo para el consumidor, cuál es un mejor precio y la comodidad de que te lleven, con prontitud y gratuidad, el producto adquirido a tu propio domicilio, pero es muy posible que en el momento que el comercio de cercanías haya desaparecido y nos traigan a casa un producto adquirido por internet, sobre todo si éste es de escaso valor, nos cobrarán por hacerlo, en muchos casos, más de lo que vale el propio producto y por su devolución también nos cobrarán y, por supuesto, por llevárselo si el producto adquirido queremos cambiarlo por otro mayor o menor o simplemente porque preferimos un color diferente.
Otro sector en el que igualmente se está produciendo un cambio, que poco a poco vamos incorporando a nuestro modelo de vida cotidiana, es el de los taxis a demanda y a precio variable según sea la oferta existente en cada momento, pues siendo interesantes tales medios de transporte alternativos –los cuales contratamos previa fijación del precio a cobrar– habría que ver lo que ocurriría si solo existieran los mismos por haber desaparecido los taxis tradicionales con sus precios regulados por los correspondientes taxímetros. Para ello sólo hay que ver en las ciudades donde los mismos tienen ya una presencia importante, tanto de España como del extranjero, lo que ocurre cuando al final de un evento importante gran número de personas solicitan a la vez uno de tales vehículos y los precios se elevan vertiginosamente.
Indudablemente negarse a introducir nuevos modelos de comercio o de transporte no sería lógico ni conveniente pero sí es preciso analizar bien los pros y los contras que unos y otros tienen para que, conviviendo ambos, podamos obtener los mayores beneficios para el consumidor, al igual que para quienes en tales sectores trabajan y también, claro es, para los nuevos empresarios y para quienes estaban ya, después de mucho esfuerzo, afianzados en el correspondiente negocio, pues consumidores, trabajadores y empresarios son imprescindibles para que los negocios funcionen.
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