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A Julio Anguita, secretario general del Partido Comunista y líder de Izquierda Unida, además de alcalde de Córdoba y diputado nacional durante varias legislaturas, se le recuerda, entre otras cosas, por su planteamiento político de que los acuerdos de su partido con el PSOE debían ... realizarse como acuerdos programáticos concretos y nunca por sistema, teoría que resumió en el lema de «programa, programa, programa».
Durante un tiempo, una vez finalizada la dictadura que nos mantuvo alejados de la democracia durante 40 años, los ciudadanos comenzamos a poder analizar las propuestas que nos hacían los diferentes partidos que concurrían a las elecciones para, en función de ellas, entregar nuestro voto a aquel que mejor encajaba en nuestra forma de entender la sociedad. El grado de cumplimiento de tales propuestas fue bastante aceptable, y si hubo desviaciones de importancia, como fue el caso de la entrada en la OTAN, con aquella campaña protagonizada por el Gobierno de Felipe González, posteriormente se adoptaron medidas correctoras y explicativas del por qué de las decisiones adoptadas, algunas tan excepcionales como fue, en el caso citado, la convocatoria de un referéndum para que fuésemos los propios ciudadanos quienes manifestásemos nuestra decisión última.
Sin embargo, con el paso del tiempo, en poco se van pareciendo muchas de las promesas realizadas antes de las elecciones con las decisiones tomadas posteriormente en la acción de gobierno. Incluso, ya lo hemos podido ver en las elecciones últimamente celebradas, inmediatamente terminadas estas se han adoptado decisiones que días antes habían asegurado que jamás tomarían –como decir, con rotundidad y reiteración, que no pactarían con éstos o aquellos y pactar con estos y con aquellos–, incumplimientos que en buena lógica deberían inducir a los electores a desechar en las siguientes elecciones a aquellos políticos, sean del partido que fueren, que con su actitud demuestran carecer de uno de los principios de honradez básicos que exigimos en nuestras relaciones sociales, cuál es el cumplimiento de la palabra dada.
Como se ve, estas actitudes quedan lejos del planteamiento de Julio Anguita, a quien hacía mención en el comienzo, pues mientras que él consideraba fundamental someter su comportamiento al programa que su partido hubiese planteado como posible acción de gobierno ahora vemos cómo algunos toman sus decisiones exclusivamente en función de su beneficio personal, por encima, la mayor parte de las veces, del interés de su propio partido político y, lo que es mucho más grave todavía, por encima del interés de los ciudadanos a los que dicen venir a servir.
En tan solo tres semanas celebraremos en todos los municipios de España, y en muchas comunidades autónomas, las elecciones que con periodicidad cuatrianual venimos realizando desde 1979, y para las que los partidos políticos nos han presentado sus respectivos programas de gobierno.
Ello nos brinda hoy la oportunidad de analizar lo que cada uno de ellos está dispuesto a realizar, cómo lo va a realizar, en qué plazos piensan realizarlo y cómo lo van a pagar.
En definitiva, podemos ver si nos ofrecen solo «palabras, palabras, palabras», de las que nada podemos sacar en limpio, o, como proponía Julio Anguita, un «programa, programa, programa», en el que veamos, de forma clara y precisa, con quién están dispuestos a pactar y con quién, bajo ningún concepto, lo harán. Qué van a hacer con los impuestos, si subirlos o bajarlos, y, en tal caso, en qué cuantía. ¿Van a añadir alguno nuevo o van a quitar alguno de los existentes?, y, en tal caso, ¿cuáles? ¿Van a mejorar los servicios que prestan a los ciudadanos?, y, en ese caso, ¿cuáles y en que forma?. ¿Van a quitar la cita previa como único sistema de acceso a las oficinas administrativas? ¿Van a tomar medidas efectivas contra los okupas? ¿Qué van a hacer con la sanidad? ¿Y con la educación? ¿Y con las infraestructuras? ¿Y con….?
Unas elecciones suponen una responsabilidad, y no menor, para los ciudadanos, cual es preocuparnos por analizar lo hecho por cada partido y sus candidatos en la legislatura anterior, pues ello nos dirá si cumplieron o no lo prometido y, sobre todo, estudiar las nuevas propuestas que nos hacen cada uno de ellos, no conformándonos con generalidades que nada concreten, y mucho menos aceptarlas en base, exclusivamente, a que las mismas provengan de «los nuestros», o rechazarlas porque son de «los otros», y menos todavía a desinteresarnos totalmente del asunto, como si no fuese con nosotros, pues en ese caso poca razón tendremos en nuestras posteriores críticas o exigencias.
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