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Oímos a diario a determinados políticos autocalificarse como «progresistas», a la vez que quienes se oponen a ellos son tildados de retrógrados, cuando no de extrema derecha o simplemente «fascistas». Según la RAE, «progresista» es el adjetivo que define a una persona o colectividad de ... ideas o actitudes avanzadas. En base a ello, se supone, que tales políticos tienen un comportamiento en su vida pública que avala tales calificativos, y que su ideología, y el de las fuerzas políticas que les sirven de inspiración, son merecedoras de tal nombre.
El desarrollo de Europa, en lo económico, en lo cultural y en lo social, al igual que las libertades de las que gozamos, se ha debido a las políticas desarrolladas por los partidos de centro izquierda, sector político en el que la socialdemocracia europea ocupa un lugar fundamental y en la que Felipe González, con su renuncia al marxismo en el año 1979, instaló al PSOE, igual que hicieron los partidos de centro derecha, representados en nuestro país primero por UCD y después por el PP, al participar los mismos de las políticas de sus homólogos europeos. Las reformas realizadas por tales partidos, empezando por la puesta en práctica de una transición política ejemplar, y su mutua cooperación en todo aquello que consideraban políticas de Estado –y por tanto de interés general–, es evidente que les avala como «progresistas», pues ambos, UCD y PP, aplicaron las ideas avanzadas que antes sus iguales habían puesto en marcha en Europa y que después, ejecutadas por ellos en España, nos permitieron alcanzar las cotas de libertad, de desarrollo y de bienestar de las que hoy gozamos.
Ante el reiterado uso del término progresista y su aversión a la derecha con el que se autocalifica el conglomerado de fuerzas políticas que son necesarias para la posible investidura de Pedro Sánchez como Presidente del Gobierno analicemos las principales características de tales integrantes para comprobar su cacareado progresismo.
Empezando el listado por Sumar, un grupo político con el que el PSOE pretende formar ahora su futuro Gobierno, vemos que muchos de sus dirigentes, entre ellos su líder, Yolanda Díaz, provienen del Partido Comunista o son partidarios de tal ideología. Al analizar las naciones que fueron o siguen siendo actualmente gobernadas por comunistas –desde Corea del Norte hasta Cuba– no parece que sea en ellos donde más brillan las libertades, ni individuales ni colectivas, ni donde los derechos humanos estén más reconocidos, ni colectivos como los homosexuales gocen de más protección. En fin, izquierdistas sí, a tope, pero progresistas, lo que se dice progresistas, no parecen demasiado.
Si entramos a analizar los partidos que parece pueden apoyar al nuevo Gobierno vemos que entre ellos está el PNV, partido al que seguramente se le puede calificar de múltiples formas, pero de izquierdas y progresista parece que no, salvo por el hecho de que su política siempre ha ido orientada a conseguir el progreso de los suyos, sin importarle el cómo, tal y como muy acertadamente su líder lo definió cuando dijo aquello de que unos mueven el árbol y otros recogen las nueces. Claro que el árbol lo movía ETA, asesinando y extorsionando, y ellos, de derechas allí donde los haya, se dedicaban a recoger los frutos.
De Bildu no es necesario decir nada, pues ya lo dicen ellos con su defensa de los asesinos etarras y su manifiesta voluntad de destruir España.
Y qué decir de Ezquerra Republicana de Cataluña, un partido que dio un golpe de Estado contra la España Constitucional y que dice volverá a intentarlo cuantas veces sean necesarias, y que mientras tanto se dedica a sacar todo lo que puede del resto de los españoles sin importarle lo más mínimo, a pesar de su izquierdismo, que otros lo necesiten mucho más que ellos. En fin, progresistas ahí donde los haya.
Por si faltaba alguien ahí está Junts, una formación catalana heredera de aquellos que según les dijo el líder socialista de Cataluña tenían un problema, el tres por ciento que cobraban de comisión, al que una parte muy importante de la burguesía más retrógrada de Cataluña pertenecía y que, ahora, continúa utilizando para defender sus privilegios, y cuyo líder, Carles Puigdemont, huyó cobardemente oculto en el maletero de un coche dejando tirados a sus colaboradores a los que había dicho se reuniría con ellos al día siguiente. Como puede observarse un progresista de pura raza.
A la vista de lo anterior es claro que habrá que proponer a la RAE que cambie la actual definición de «progresista» por otra en la que quepan todos cuantos se declaran con tan noble como desprestigiado adjetivo, pues la actual es claro que ha quedado desfasada.
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