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El reciclaje de envases y residuos de todo tipo es una tarea en la que todos debemos colaborar para facilitar su eficaz ejecución. Ello exige ... comenzar su enseñanza en la escuela, inculcando en los niños que colaborar todos y cada uno de nosotros en tal empeño es un deber no sólo por respeto a los demás sino también para conseguir un mundo mucho más habitable para todos.
Dada la importancia del problema, tanto económica como ecológica, lógico sería que todos contribuyésemos a su solución, empezando por la Administración, continuando por las empresas que venden sus productos y siguiendo por la ciudadanía como destinataria de los mismos. Ello exigiría, en primer lugar, informar adecuadamente a los usuarios de cómo deben tratar los residuos que generan, pues es seguro que si hiciésemos una pequeña consulta sobre qué destino debemos dar a lo que cada uno de nosotros producimos en nuestra propia casa es probable que muchos no pasásemos la prueba al no tener claro a que contenedor deben ir.
Es evidente, diríamos todos, que el papel y el cartón debemos depositarlos en el contenedor azul y que, por ello, tales elementos deben separarse del resto. Pero, ¿los pequeños trozos o palillos de madera, donde se tiran? ¿Y las cuerdas que venían amarrando los diversos embalajes? ¿Y los papeles o cartones semiplastificados? ¿Y las bolsas de papel que también llevan una malla y plástico?
Menos problemas hay a la hora de llevar al contenedor amarillo las botellas y envases plásticos, pero algunos seguro que aún tienen dudas de si los recipientes de cartón de la leche o de otras bebidas deben ir o no a este contenedor. ¿Y las bolsas de plástico? ¿Y los botes de yogur? ¿Y los múltiples trozos de plástico de uno u otro tipo?
Desde luego ninguna duda tendríamos sobre donde depositar las botellas y frascos de cristal, pues todos seguro que diríamos que en el contenedor de vidrio. Pero, ¿dónde van el tapón de las botellas o las tapas metálicas de los frascos?
Tampoco dudaríamos sobre el destino de los sobrantes de comidas y similares, pues todos sabemos que van al contenedor de materia orgánica. El problema es que como normalmente solo disponemos en las cocinas de un único recipiente de basura muchos de los pequeños elementos anteriormente citados los tiramos en este cubo y, por ello, acaban en el contenedor de residuos orgánicos en vez del que les pudiera corresponder.
Para resolver algunas de las interrogantes anteriores se está poniendo en muchos municipios un quinto contenedor, el que podríamos denominar de los restos que no van a ninguno de los que tienen contenidos concretos, pero de nada sirve el mismo si antes no hemos hecho cada uno de nosotros la adecuada separación.
A la vista de lo anterior sería bueno que se proporcionase a los ciudadanos una lista en la que se dijese con claridad qué es lo que debe ir a cada contenedor, que junto a la indicación que ahora parece se va a exigir vaya en el correspondiente recipiente, facilitaría que cuando nos sobre un pequeño trozo de tela o una bolsa de caramelos o esos envoltorios de mallas, plástico y papel o los botes cerámicos o las latas metálicas o las múltiples bolsas de plástico, sepamos con seguridad si deben ir a un contenedor concreto o al que, como el coche escoba en las carreras ciclistas, parece destinado a recoger todo aquello que no debe ir a los otros. Ello, repartido por todos los domicilios, y con las bolsas de basura diferenciadas por colores, facilitaría que todos tuviésemos siempre presente qué es lo que tenemos que hacer. Eso e insistir en que el reciclaje empieza en nuestras casas y, por lo tanto, es nuestra responsabilidad como ciudadanos.
No estaría mal que junto a lo anterior se exigiese a los fabricantes que no se mezclase en los envoltorios de productos unos elementos y otros, como son esas cajas de cartón o bolsas de papel que llevan una ventana a lo largo de la misma de plástico, así como volver a la práctica antigua por la que las botellas y otros recipientes tenían un precio que se reintegraba al comprador cuando se devolvía la misma –un gesto que haría, si dichas cantidades son ajustadas al valor del recipiente y no solo simbólicas, que muchos no tirasen esos recipientes o que otros se preocupasen de recogerlos para luego sacar un beneficio–, decisiones éstas en las que las distintas administraciones tienen mucho que decir y hacer.
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