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Frecuentemente oímos decir, cuando hablamos de la situación política y de las medidas que el Gobierno está adoptando, eso de que 'nos toman por tontos'. Desgraciadamente, al ver lo que ocurre, tenemos que concluir que, efectivamente, es claro que sí, que nos toman por tontos ... porque seguimos siendo tontos. A este respecto, ya en ocasiones anteriores me he hecho eco de la opinión que muchos dirigentes políticos parece que tienen de nosotros, los ciudadanos de a pie, sus votantes, y que es lógico piensen así de nosotros cuando una y otra vez, a pesar de sus mentiras y de hacer lo contrario de lo que nos habían asegurado que iban a hacer, volvemos a votarlos y permitimos así que sigan en sus puestos.
A tal fin, en un artículo publicado en este mismo periódico en agosto de 2019, al hablar de las negociaciones de los distintos partidos políticos, decía: «Sólo si se toma a los ciudadanos por tontos podemos admitir que, una y otra vez, los dos principales partidos nacionales negocien con el Partido Nacionalista Vasco los intereses de España, y si para ello el Partido Socialista tiene que incluirlo en el espacio de la izquierda y calificarlo de progresista, pues lo hace, a pesar de que, muy posiblemente, el PNV sea uno de los partidos más escorado a la derecha; al igual que, si la ocasión se presenta, es seguro que el PP no tendría inconveniente, como no lo tuvo en el pasado, de negociar con ellos todo lo que fuere menester. Y ello a pesar de su indisimulado propósito de incorporar Navarra al País Vasco para formar una república independiente de España, y al papel jugado durante tantos años en los que el terrorismo campaba por sus respetos y ellos, en palabras de su máximo líder de entonces, se dedicaban a recoger las nueces del árbol que aquellos movían».
Más adelante, el artículo de referencia continuaba exponiendo que si lo anterior ya era grave más aún lo era que algunos partidos no tuviesen inconveniente en pactar con quienes acababan de atentar gravemente contra la Constitución y la unidad de España, y a tal efecto decía: «Y qué decir cuando comprobamos que un partido nacional y coautor de la Constitución española mantiene negociaciones y llega a acuerdos con quienes acaban de protagonizar un golpe de Estado contra esa misma Constitución, marginando en las mismas a las fuerzas plenamente constitucionalistas, salvo constatar, una vez más, que a los ciudadanos nos toman por tontos».
Esas palabras, escritas hace cuatro años, siguen teniendo, desgraciadamente, plena vigencia hoy, ya que como hemos podido comprobar después de las últimas elecciones generales, un partido de ámbito nacional y, se supone, al menos hasta ahora, de ideología socialdemócrata, cuál es, o era, el PSOE, una vez más no solo no ha cumplido lo prometido en su campaña electoral sino que ha elevado aún más el listón de los incumplimientos al pactar no ya solo con independentistas, sino también con los herederos de los terroristas de ETA, y ya, para escándalo general, si alguien aún se escandaliza por algo, con quien huyó cobardemente en el maletero de un coche para escapar de la Justicia española.
Desgraciadamente, a pesar del tiempo transcurrido, sigue teniendo plena vigencia el análisis y la propuesta con la que finalizaba el artículo de referencia, ya que nada hemos avanzado hasta ahora, como se comprueba al leer lo que decía al respecto: «A la vista de lo anterior podemos preguntarnos: ¿qué podemos hacer el común de la gente para intentar revertir tal situación? ¿Limitarnos a echar la culpa a los políticos? No, evidentemente no, porque alguna culpa tendremos todos los ciudadanos, especialmente los militantes de los partidos y los colectivos sociales de todo tipo y condición. ¿Dejar de votar? No, naturalmente que no, pues con ello validaremos las decisiones que otros van a tomar. ¿Organizar protestas contra las fuerzas políticas contrarias a la que nosotros votamos? No, claro que no, pues si nosotros no les hemos votado nada tenemos que recriminarles, aunque sí denunciar lo que hacen y las consecuencias de sus actos. ¿Aplaudir ciegamente, como hacemos habitualmente, a quienes hemos votado, aunque no nos guste lo que hacen, por el simple hecho de que son de los nuestros? No, rotundamente no, pues por ser de los nuestros y estar donde están porque nosotros les hemos llevado hasta allí, nosotros, sus votantes, tenemos responsabilidad, al menos moral, de sus actos, razón por la que debemos elevar nuestra voz, alto y claro, exigiéndoles corrijan sus derivas. Solo así, cuando los diferentes líderes de los partidos comprueben que los ciudadanos, fundamentalmente sus votantes, no estamos dispuestos a que nos tomen por tontos, ellos, es seguro, comenzarán a prestarnos la atención que merecemos».
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