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Los debates políticos están alcanzando un nivel tan ramplón que si alguien preguntara lo que han dicho la respuesta podría ser: «Y tú más». Se supone, aunque a la vista de lo que ocurre habitualmente es mucho suponer, que los debates en nuestro Parlamento debieran ... servir para confrontar opiniones, exponer razones y, en base a ello, buscar acuerdos. Sin embargo, lo que observamos a diario, con tristeza y preocupación, es una serie de insultos y descalificaciones, muchas veces hasta en lo personal y familiar, para acabar con el consabido «y tú más».
Los debates parlamentarios debieran ser una escuela donde los mas jóvenes, y, por qué no, también los menos jóvenes, aprendiéramos a confrontar ideas y a buscar soluciones a los problemas comunes, donde el análisis en profundidad supusiesen una fuente de conocimiento para quienes los siguieran al ser protagonizados por quienes conocen, o debieran conocer, la situación de nuestro país en toda su amplitud y, en base a ello, plantean las soluciones de futuro.
Desgraciadamente, nada de eso oímos normalmente en los debates que se producen en el Congreso de los Diputados, por lo que aconsejar a nuestros jóvenes que los sigan para inculcarles el interés por el mundo de la política sería empujarles a que se desentiendan de ella, salvo en el caso, claro está, de quienes quieran verla como una fuente de ingresos al pensar que ellos en nada desmerecerían de muchos de los actores políticos que ven en el hemiciclo.
Pero si grave es lo anterior no menor importancia reviste el hecho de que, una y otra vez, oigamos en sus intervenciones a muchos de nuestros políticos, incluidos ministros y altos representantes de nuestras principales instituciones, emplear expresiones que a fuerza de utilizarlas ya nos pasan casi desapercibidas, pero que demuestran, cuando reflexionamos sobre ellas, cómo los que las echaron a rodar van logrando que calen en el lenguaje común hasta hacerse normales, obteniendo así su objetivo diferenciador. Me refiero a expresiones como «las negociaciones entre España y Cataluña van por buen camino», dicha como si Cataluña no fuese también España, o como «Euskadi y España han alcanzado un acuerdo para el traspaso de la Seguridad Social», con lo que, tanto en un caso como en otro, va calando la idea de que ellos son diferentes del resto de los españoles y que por tanto ambas partes, el Gobierno de España y el de la comunidad, sea la catalana o sea la vasca, se reúnen en igualdad de condiciones para negociar los asuntos que a las dos competen, obviando así que éstas son, simplemente, una parte más de España.
Una idea de igualdad entre las partes que queda reforzada cuando nos cuentan en los medios de comunicación que representantes del Gobierno de España –aunque lo disimulen enviando a uno del Partido Socialista– y del partido de Carles Puigdemont se reúnen en Suiza bajo la atenta mirada de unos verificadores internacionales encargados de controlar el exacto cumplimiento de las medidas acordadas por ambas partes, con lo que, lógicamente, cualquiera puede concluir que se trata de dos partes iguales dispuestas a negociar ciertos intereses que les son comunes.
Y mientras éste espectáculo se produce ante los ojos de todos los españoles –para escándalo de quienes aún les preocupa España, su unidad y su futuro– los dos principales partidos políticos de ámbito nacional de nuestro país, que juntos representan a la inmensa mayoría de los españoles, parecen incapaces no ya de ponerse de acuerdo en algún tema de interés para todos los ciudadanos sino simplemente de hablar entre ellos y explorar posibles puntos de encuentro, limitándose, al menos cuando debaten en el Parlamento o hablan para sus respectivas parroquias, a insultarse y a acabar con esa expresión que da título a este artículo: «y tú más».
Confiemos en que estas fiestas navideñas, en las que todos nos deseamos paz, amor, felicidad y los mejores deseos para el año que está a punto de llegar, sirvan también para que quienes recibieron nuestra confianza en las urnas para que ejercieran la noble e importante labor que supone el gobierno de las instituciones de nuestro país reflexionen y busquen lo mejor para todos y cada uno de nosotros, y así, los españoles, sin distinción de donde nacimos, volvamos a ser un gran pueblo unido en el que trabajemos, con independencia de nuestras diferencias ideológicas, por el bienestar colectivo y de todos y cada uno de quienes en él vivimos.
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