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El otoño pasado, un poni que pastaba feliz en los prados de la tierra de Schiller y Lessing fue liquidado por un lobo feroz. Tal ... vez se trató de un lobo sociópata en búsqueda de nuevas emociones que saciasen sus instintos naturales de depredador en la cúspide de la pirámide evolutiva. Quizá no sabía que el apetitoso caballito era la mascota de la mayor defensora de sus camaradas lobunos en la Unión Europea. O, a lo peor, fue un lobo ingrato hacia la mujer que tanto luchó y logró su protección y libertad: la presidente de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen.
Escribo en pasado porque el tribunal de Hannover autorizó su caza por suponer un potencial peligro para la comunidad ganadera alemana y, en especial, para los equinos de escasa alzada de raza Shetland propiedad de políticos teutónicos. Las últimas noticias del malvado lobo que devoró el poni de Úrsula relatan que desapareció entre las mágicas nieblas pintadas por el romántico alemán Friedrich en su obra 'El caminante sobre el mar de nubes' ('Der Wanderer über dem Nebelmeer' para el lobo alemán).
Quien escribe estas líneas nació en Bottrop, länder de Renania del Norte-Westfalia, pero, desde que tuvo el honor de ser nombrado por unanimidad de la corporación municipal 'Hijo Adoptivo de Lamasón', soy masoniego. Y a sus ganaderos dedico este artículo.
Desde mi adolescencia he contemplado lobos por los neveros y brañas sobre las canales del Diablo y del Infierno en Sejos o por las crestas campurrianas del Cotomañinos y Sestil hasta Peña Astía. Persevero en seguir sus rastros y loberas por los abedulares entre los riscos de Bucías, Trespeñuela y Ajotu. He escuchado sus aullidos algunos ocasos sobre las brañas de Tanea, y cómo los lobeznos acompañan a su madre para refugiarse en las loberas del laberinto kárstico de la canal de Ajotu mientras, como casi todos los días de mis siete años transcurridos en el paraíso de Lamasón, yo esperaba el nacimiento de las estrellas abrigado por los murallones de Peña Sagra.
Amo al lobo, como estoy enamorado de la naturaleza. Pero no es ético amar a los animales antes que a los seres humanos. Amo y llevo en mi corazón la hermosura salvaje del ubérrimo valle de Lamasón. Mas, antes que a los animales, el primer amor, con sus grandezas y debilidades, es a los vecinos de Lamasón a quienes, como a tantas personas buenas, Dios me concede amar y ser amado por ellos. Afirma Aristóteles en la 'Ética a Nicómaco' que el amor nace de la humildad, madre de la admiración, y ésta de la sabiduría. Admiro el trabajo de los ganaderos, agricultores, serrones y vecinos de las aldeas de Lamasón, y ellos me han enseñado, como relata Virgilio en las 'Geórgicas', la milenaria relación de cultivo y mutuo enriquecimiento existencial del hombre con la naturaleza.
Con ellos he compartido el cuidado de los bosques de hayas, tejos, acebos, castaños, nogales y robles; la siembra, injertos y podas, el abono y la cosecha de manzanas, peras, nueces, castañas, cerezas o ciruelas para hacer sidra, mermeladas, magostas o compotas; la búsqueda de setas, y la pesca de trucha, salmón y reo; la bajada con las primeras nieves por Tanea, Coteru Mosu, Espinas y Arria de las tudancas a los establos; el hábil ordeño, la siega en verde con el dalle, el esculpir albarcas y varas junto a la lumbre, las pacas en los pajares, la limpia del cuchu de las cuadras, y la ayuda a la vaca al parir su ternero; la delicada extracción de la miel y cera de los panales de las abejas: el hombre en armonía con la naturaleza.
Pero también comparto el dolor del pastor cuando los lobos masacran con sanguinario placer su rebaño de ovejas; la tristeza del apicultor cuando el oso destroza sus colmenas y frutales; la decepción cuando piaras de jabalí arrasan los campos de maíz o los huertos; la angustia de los ganaderos de Lamasón, de Peñarrubia, Liébana y Campoo cuando el lobo estraga vacas y terneros, yeguas y potros, ovejas y corderos, convirtiendo su medio de vida en una ruina emocional y económica.
Las montañas, brañas y bosques de nuestra tierra no han de padecer la superpoblación de lobos, osos y jabalíes. Insisto en la belleza del existir de las especies salvajes, pero su número debe ser controlado por la caza selectiva. Desde el principio de su organización social la humanidad combate las fieras en defensa de su ganado, propiedades y vida. Mas hoy, si no lo arregla el Comité de las Regiones de Europa, la peor alimaña para sus reses, incluido el poni de Úrsula von der Leyen, es la administración. Demasiados enemigos para los ganaderos de Lamasón, Cantabria y la España vaciada.
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Ana del Castillo
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