Los Oscar: qué pena de bofetada

Pero esta vez se han liado. La película tiene su gracia y está bien ver algo original, pero no podemos pasarnos por el forro todo lo que han hecho los grandes de la historia del cine para ver ahora cómo damos el mayor galardón a una historia de mandarines raros dándose de leches en el multiverso. Hay que tener un respeto por la institución. Por el arte del cine.

Dicen que no se sabe de dónde viene el nombre de los Oscar. Unos alegan que fue una referencia de Bette Davis sobre que la estatuilla se parecía a su exmarido. Otros, que fue por el parecido al antiguo rey sueco Óscar II. Y la más probable, la de que una directora ejecutiva de la Academia (que es como realmente se llaman los premios: 'Premios de la Academia'), Margaret Herrick, cuando se organizó el tinglado por los años 20 (los auténticos, no estos), lo apodó así por un familiar actor del mismo nombre. Yo no sé, pero este año he echado de menos un bofetón bien dado. Habría invitado al príncipe de Bel-Air aunque fuera para partir la cara a alguno del jurado. Y si hay un multiverso en el que todavía vivan Bogart, Hitchcock, Fellini, Bergman o Hepburn, seguro que se le habrían unido. Y entre todos les habrían puesto las cositas claras a los de la Academia.