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Cuando se contemplan procesos recientes, como el acuerdo de Cantabria con Castilla y León para el uso castellano del hospital Tres Mares de Reinosa, o como la unión con Asturias y Galicia para defender a la industria electrointensiva frente al Estatuto que la puede dejar ... al borde de la inviabilidad, lo primero que sorprende es cuán tarde han venido a producirse tales conversaciones y entendimientos, y lo primero que, a continuación, se pregunta uno es cuánto más tardarán otros temas en ser objeto de alianza interregional. Pues fue muy sonado el año pasado el descuelgue cántabro respecto del deseo gallego, astur y castellano-leonés de no quedar fuera de un gran eje transeuropeo de comunicación. Lo fiamos todo a la conexión vasca, esa que nos lleva los ferries a Ciérvana, mientras el señor Ábalos dibujaba a lápiz sobre plano una tenue línea de transiberiano desde Santander hasta Venta de Baños. ¿Dos AVEs otra vez? ¡Pero bueno!
Tampoco hemos estado muy vivos para hacer piña en el asunto del reto demográfico y la España vaciada, o en los preparativos de la reforma de la financiación autonómica. (Por cierto, que, contando con los dedos que saben aritmética, veo que el Gobierno del progreso nos quita 42 millones de euros del IVA de 2017, y dice nos dará 22 millones para Valdecilla. De lo nuestro gasta y así, en vez de ingresar +64, la cuenta nos sale -20. Este negocio se acabará pareciendo al de Novo Banco, pero si es 'progresista' no hay de qué preocuparse, ya que es un adjetivo equivalente en política a las indulgencias plenarias que el Papa concede a los pecadores).
Volviendo al surco del razonamiento inicial, da la impresión de que estos tardíos ejemplos de alianzas temáticas interautonómicas forman parte de una tendencia que irá a más. Ya es bastante perceptible en ciertos momentos la presión común de los pescadores del Cantábrico, o de los ganaderos. Menos conspicuas, por desgracia, son las colaboraciones en infraestructuras y en asuntos energéticos. No hay una estrategia combinada con Castilla y León para agilizar las autovías Aguilar-Burgos (A-73) y Burgos-Santo Domingo de la Calzada (A-12), ambas en ejecución, pero con tramos muy demorados. Luego, hablamos de España vaciada; ¿cómo no se va a vaciar? Tampoco hay una colaboración adecuada para la conexión ferroviaria de Cantabria con Castilla, para planificar bien cómo esa línea podría favorecer a las comarcas palentino-burgalesas y campurrianas, a Torrelavega y al Puerto de Santander. Tirar una línea férrea de Aguilar a Burgos, ni en sueños. Eso sí, se nos mareó a titulares durante años con la Autopista Dos Mares (que no se había pactado con Castilla y León aun pasando por su territorio), que fue aplastada por la firma de la hoy ministra de Transición Ecológica, entonces secretaria de estado de la cosa, Teresa Ribera.
En cuanto a energía, se da la paradoja de que los parques eólicos fieramente resistidos en Cantabria por todo tipo de colectivos aparecen bien pronto en el horizonte de la meseta porque en aquella comunidad no han tenido tantos remilgos para desplegar energías limpias (no perfectas, que eso no existe). La contribución actual de Cantabria a las energías renovables roza el bochorno, porque resulta mínima, muy poco solidaria con este planeta que ahora gira en el plato de microondas de la civilización. ¿No sería mejor planificar conjuntamente con los vecinos y el ministerio la distribución más apropiada de dichos parques, buscando un área mixta en que se equilibren proyectos industriales y conservación del paisaje?
El turismo es un área que viene reclamando desde hace muchos años una mayor programación y promoción de las comarcas limítrofes, cuyos valores naturales y culturales están, en muchos casos, por aprovechar como merecen. Esa es una gran alternativa económica tanto para el sur cántabro como para el norte castellano, y no tiene que ver tanto con la España Verde, como con el origen mismo de España en torno a la semilla sembrada en esas comarcas por los colonizadores cántabros y vascos. Los parajes son espectaculares y con numerosos atractivos. También se podría aprovechar mejor la conexión de Liébana con el norte de Palencia y de León.
Sin duda, algún mecanismo de cooperación educativa vendría bien. Desde hace tiempo, Castilla y León es la región más destacada en las pruebas PISA. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Si nos empeñamos en presumir de las burbujas de nuestra gaseosa, quizá no estemos haciendo ningún favor a nuestros jóvenes. Aquí conviene siempre hacer lo que el Japón de la era Meiji: salir de la pagoda y aprender de los de vanguardia. En cuanto a nuestro esforzado derroche en la enseñanza del español, resulta muy problemático sin alianzas con otros centros superiores vecinos, para trabajar en red con ellos, sean astures, vascos, riojanos o castellanos y leoneses (por no mencionar que sin alianzas americanas no parece concebible una verdadera proyección global del invento).
Mucho se beneficiaría, probablemente, todo el cuadrante noroeste de una más fácil circulación de personal sanitario, profesores y especialistas de servicios públicos. Una cierta armonización de leyes favorecería también los proyectos empresariales y las inversiones. La conclusión a que llevan estas tendencias es que los mapas de la vida social y los administrativos no coinciden. Las administraciones deben identificar las 'commonalities' interregionales, las necesidades vitales compartidas, y trabajar alianzas temáticas en beneficio de los ciudadanos a los que han jurado, o prometido, defender. España no es un archipiélago, aunque tiene alguno.
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Ana del Castillo
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