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Aunque ya se está empezando a vacunar a la población, de momento a grupos de riesgo y personal médico, la investigación en torno a posibles tratamientos alternativos no cesa. La línea más prometedora, en estos momentos, es la que se consideró clave para la rápida ... recuperación de Donald Trump: los anticuerpos monoclonales.
Un anticuerpo monoclonal es el producido por linfocitos B que provienen de una sola célula madre, de manera que todos los anticuerpos son idénticos entre sí. Para conseguirlos, se utiliza una técnica que permite el cultivo de células híbridas de linfocitos B con células plasmáticas tumorales de mieloma múltiple. Con esta fusión, se combina la información genética necesaria para la síntesis del anticuerpo deseado, al mismo tiempo que se consigue su multiplicación indefinida, tanto in vitro como in vivo. Este descubrimiento les valió el Premio Nobel de Medicina en 1984 a Jerne, Kölher y Milstein. Teóricamente, es posible producir anticuerpos monoclonales que se unan específicamente a cualquier molécula que tenga carácter antigénico.
No es una novedad absoluta, ya en los primeros meses de la pandemia se especuló con los beneficios que podría ofrecer el tratamiento con tocilizumab, un anticuerpo monoclonal que inhibe la interleuquina 6, y del que se esperaba que evitase la progresión de la tormenta de citoquinas. Pero los anticuerpos que se están probando ahora se han generado a partir de pacientes que han tenido covid-19; son un producto muy específico, ya que están hechos a la medida del propio coronavirus. En este momento, se están probando combinaciones de un par de anticuerpos monoclonales que, administrados en las fases iniciales de la enfermedad, muestran eficacia.
El CSIC está colaborando en un par de proyectos sobre estos anticuerpos, uno de ellos de la Unión Europea, que se apoya en otro anterior que seguía una estrategia similar frente al MERS. La contribución del CSIC al proyecto es ensayar estos anticuerpos en un modelo de infección en ratones. Los anticuerpos se suministran antes o después de infectar a los animales, para que reproduzcan la enfermedad más severa posible y ver así su evolución. Y se ha podido comprobar que, mientras estos sobreviven, los individuos de los grupos de control, a los que se les da un anticuerpo cualquiera, van perdiendo peso hasta fallecer unos cinco días después. En humanos también se están haciendo diferentes ensayos clínicos, especialmente en Estados Unidos, donde las compañías Regeneron y Eli Lilly ya han publicado resultados.
Estamos ante una técnica que no es barata, de hecho, es más costosa que cualquier fármaco de síntesis química. Pero en los últimos años se han venido desarrollando nuevas tecnologías para producir a mayor escala, de forma menos costosa y más eficiente, lo que los va convirtiendo en una opción viable.
Las pruebas del CSIC se llevarán a cabo en ratones durante el primer trimestre de 2021. Si los resultados fueran prometedores, a lo largo del próximo año comenzarían los ensayos clínicos en humanos para poder validar los anticuerpos.
Quede claro que estamos ante una alternativa terapéutica que no va a sustituir a las vacunas. Mientras que la función de estas es preventiva, la de los anticuerpos monoclonales es curativa: se administrarán a pacientes que lleguen al hospital en una fase temprana de la enfermedad, para evitar que evolucionen a formas más graves.
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