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Supongo buena intención en Sniace al abstenerse de felicitar las fiestas a esta ciudad. Al final, y una vez más, le ha avinagrado las torrejas/ ... torrijas –que no está el día para discusiones– dejando sin descorchar el champán a 380 trabajadores, 380 familias, a 1.500 torrelaveguenses que esta Navidad no tendrán oro, incienso ni mirra y sí mucho caganer. La actual presidenta –alguien vendrá que bueno te hará– ha tenido la ocurrencia de cambiar los tradicionales regalos navideños para algunos conspicuos cántabros por otros más novedosos que han sido confeccionados con mira ecológica; y es que si algo le sobra a Sniace son precisamente hojas de laurel/eucalipto, esas plantas mágicas, paradójicamente, destinadas a héroes y vencedores. Y es que la caporal de esta injustamente malhadada empresa fundada hace 80 años –de los que lleva doliente justo la mitad– se inclina por el ecologismo. Hace unos días, en medio de la turbulenta y frustrante Cumbre del Clima, exhibía músculo hablando en este mismo periódico sobre las empresas «cumplidoras» en materia medioambiental, poniendo como ejemplo de esfuerzo descontaminador a Sniace. Quizás, impregnada de la munición de futuro disparada por Greta Thunberg –y alentada también por la anticipación del bonancible espíritu navideño– ha olvidado, sin ir más lejos, que ahora mismo ocho antiguos directivos y consejeros de Sniace, incluido el presidente que le dejó la silla caliente, se enfrentan a una petición de la Fiscalía del Estado de dos años y medio de prisión y 50 millones de indemnización para la empresa, por un presunto delito continuado contra los recursos naturales y el medio ambiente por los vertidos realizados al río Saja entre 2008 y 2010. Hay momentos, pues, que son pintiparados para seguir ese gran consejo de Jorge Luis Borges de que no se debe hablar a menos que se pueda mejorar el silencio. En la montaña rusa que siempre han sido las informaciones extramuros de sus prebostes, Sniace ha pasado, solo este año, de perder entre enero y junio, 5,6 millones de euros a los 11,3 millones y más con los que cerrará el ejercicio, desplomándose en Bolsa (00,6 euros valía el viernes una acción al cierre de la semana). Que si la culpa es del deterioro de los activos de cogeneración, de que sí hay una sobreproducción, que si mejor toallas y compresas biodegradables, que si Banco Santander quiere que le pague 3,3 millones, que si el empedrado no estaba bien puesto… Durante los próximos seis meses, en Torrelavega, a no ser que alguien lo remedie, 380 trabajadores –un 20% de los cántabros que en las últimas semanas han recibido carta temporal o definitiva de despido–, 1.200 personas en suma, volverán a comer el turrón amargo de la incertidumbre. Bienaventurados los que no tienen nada que decir, y que resisten la tentación de decirlo (James R. Lowell. Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos, 1819-1891).
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Ana del Castillo
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