La amenaza más letal

Osterholm no está entre los científicos optimistas, como demuestran estas palabras referentes a los brotes infecciosos: «Habrá un siguiente, luego otro y luego otro más. Y como hemos advertido en este libro, uno de ellos será aún más grande y uno o varios órdenes de magnitud más grave que el brote de Covid-19». Dentro de su pronóstico, apunta al futuro culpable más probable, un nuevo virus de la gripe especialmente virulento, similar al de la gripe española hace un siglo. La mayor diferencia es el escenario en el que tendría lugar la pandemia, un mundo con el triple de habitantes, fuertemente conectado a todos los niveles y con megalópolis superpobladas en el tercer mundo.

Para combatir una pandemia de esa gravedad, Osterholm apunta la necesidad de una organización internacional que coordine eficazmente la respuesta, así como la creación de un programa similar al Proyecto Manhattan para proveer al mundo de nuevas vacunas.

Señala que los factores que han marcado esta crisis han sido la lentitud en la respuesta y la excesiva dependencia mundial de la producción sanitaria china. Es necesario diversificar la producción de fármacos, suministros sanitarios y equipos clave, y además establecer un sistema de subsidios estatales y cupos de compra para investigar, fabricar y distribuir todo ese material; un modelo comercial de la sanidad difícilmente puede dar respuesta a una crisis sanitaria global.

Hay que ser conscientes de que el peligro va a estar siempre ahí, como lo demuestran el VIH, el SARS, el MERS, la gripe A; cada pocos años nos enfrentamos a la posibilidad del desastre y después nos olvidamos hasta la siguiente ocasión. No hay mejor despedida para esta columna que las palabras de Osterholm: «Después de toda la enfermedad, la muerte, la desestabilización y las pérdidas económicas que ha provocado la pandemia del Covid-19, la mayor tragedia sería que desperdiciáramos esta crisis sin aprender de ella ni prepararnos para el futuro».