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La expansión del Sars-Cov-2 en China, después de que el régimen de Pekín haya dejado atrás tres años largos de covid cero, sitúa al gigante asiático fuera de control, e inquieta al resto del mundo. La estrategia del covid cero partió inicialmente del ... secretismo con que el gobierno de Xi Jinping gestionó el brote de Wuhan, trató después de aislar el coronavirus con restricciones únicamente aplicables en un sistema sin libertades y logró que se emulara parcialmente en otros países del área. Inmediatamente después de que en el XX Congreso del Partido Comunista Xi Jinping confirmara su poder omnímodo y duradero, las protestas desatadas llevaron al régimen a virar en redondo. Las democracias liberales debían contrastar sus medidas frente a la pandemia con la disposición ciudadana a hacerlas suyas, cuidando de que no afectasen irremisiblemente a la economía. Frente a ello las capacidades de Pekín eran tan envidiables como indeseables. Pero dejaban en el aire dudas alentadas al mismo tiempo desde China y desde gobiernos abonados al negacionismo, como el de Bolsonaro en Brasil.
Paradójicamente, Xi Jinping optó por corregir drásticamente la estrategia de covid cero ante una contestación social que se desató por esa causa -pero que llegó a cuestionar al Partido Comunista y a su liderazgo-, y ante los efectos de las restricciones sobre la economía china. Los mismos parámetros sobre los que las sociedades democráticas modularon su emergencia sanitaria. Pero el cambio de criterio en China resulta tan repentino y temerario que carece de sentido. Sobre todo cuando excluye la clave fundamental de toda acción responsable frente a una pandemia: una información fidedigna y científicamente homologable. No hay seguridad alguna de que los positivos en China respondan a la variante ómicron, o a otra conocida o desconocida. Ello cuando parece confirmado que su incidencia es superior cuantitativamente y más grave clínicamente que lo que reportan las autoridades sanitarias de Pekín. A lo que contribuye la limitada eficacia de las vacunas chinas sobre una población menos vacunada que la occidental, y la inexistencia de un sistema sanitario que pueda calificarse de universal. La Unión Europea debe aplicar el freno de emergencia previsto frente a una amenaza pandémica constatada, sometiendo a PCRs a los ciudadanos chinos que viajen a los Veintisiete. A no ser que el Gobierno de Xi Jinping certifique que solo ómicron desborda China.
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