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La hora oficial española es la de Europa central, no la que corresponde por la posición geográfica. Desde 1940 tenemos una hora de adelanto respecto al sol en invierno y dos en verano, excepto Canarias. La misma que Berlín y Varsovia, solo una menos que ... Kiev y dos menos que Moscú. Pero una más que Lisboa y Londres (ambas, en nuestro meridiano). Irracional. Antes estábamos acordes con el meridiano de Greenwich. Desligarnos de la hora solar altera los biorritmos. Más en bebés, meteorosensibles (30% a 60% de la población, sobre todo mujeres), flora y fauna. Consecuencias: desequilibrios hormonales, dificultad de concentración, menor rendimiento intelectual, problemas de sueño, digestivos y cardiovasculares, irritabilidad, fatiga, depresión. Dos cambios anuales las agudizan. El más perjudicial, en primavera.
Este otoño deberíamos vivir el último, quedarnos con el de invierno y recuperar nuestro huso. Por salud. La Sociedad Española de Sueño: «El horario de invierno facilita las horas de sueño, está más acorde con el sol. Con el de verano se duerme menos y, si se mantuviera, amanecería de media a las 9.30, en Galicia a las 10.00, demasiado tarde». Para María Ángeles Rol de Lama, directora del Laboratorio de Cronobiología, «desde el punto de vista de la cronobiología, el horario de invierno es beneficioso, acorde con los ciclos luz/oscuridad». Antonio Martínez Nicolás, doctor en Medicina e investigador del mismo centro: «En invierno como muy tarde a las 8 de la mañana sería de día, menos traumático para el organismo; llegar al trabajo con luz es óptimo para el cuerpo».
De abril a octubre, a las siete o las ocho de la mañana son las cinco o las seis por el sol y hace fresco, sobre todo en el norte. En verano a las ocho de la tarde, cuando debería empezar a refrescar, en realidad son las seis y el sol aún calienta. Debe darse margen al cuerpo y a los edificios para que se refresquen y podamos dormir mejor. Los defensores del horario de verano alegan el clima, la calle, más ocio… Pero en invierno, aunque anochece a las cinco, también se cena tarde, terrazas y locales siguen llenos, las discotecas no hibernan, como los bares de copas, abren a última hora todo el año, y el punto culminante de todo festejo es al final de la noche. Por tanto, no es el horario de verano ni el sol, sino los horarios laborales. En España se sale del trabajo muy tarde, se cena más tarde y se duerme poco, una hora menos de lo que recomienda la OMS. No era así antes de 1940 y no es así en el resto del continente. Grecia y Francia disfrutan de costa, buen clima y mucho turismo, pero cenan antes y su huso horario es correcto.
Recuperar nuestro huso ayudaría a racionalizar los horarios. Cerrar los negocios de una a cinco y volver al trabajo hasta última hora de la tarde-noche ya no es racional, no es propio del resto de Europa ni de una España del siglo XXI. Cada vez más empresas adoptan el horario europeo, pero somos reacios a generalizarlo. A pesar de sus beneficios. Nuria Chinchilla, profesora de la Escuela de Negocios IESE y asesora del gobierno de Cataluña sobre reforma horaria: «Lo primero que hay que poner en orden es nuestra sincronización con el sol, que marca nuestro ritmo circadiano, y luego cambiar los horarios y comer a la una, como nuestros vecinos». Somos el país que menos duerme y más tarde cena. Repercute en la salud: problemas de sueño y de peso, que luego ocasionan enfermedades. Los expertos recomiendan cenar entre las siete y las ocho. La mayoría de los países almuerzan a la una de la tarde o entre doce y una, cenan antes de las ocho y se acuestan pronto. Por eso en televisión la hora estelar es anterior a la española. Aquí parece que se nos obliga a perder sueño y salud para no perder espectáculos. En el resto de Europa los conciertos, ballets y óperas se programan a las siete o siete y media de la tarde.
Urge recuperar nuestro huso horario y racionalizar los horarios laborales. Para mejorar la salud y la calidad de vida personal y familiar.
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