Un recinto ferial en Santander

No se entiende ese afán por ocupar espacio de centro urbano y llenar de ruido calles, plazas y vecindarios, en contra de toda normativa. Tienen toda la razón los vecinos del Sardinero. Como llevan años teniendo razón los vecinos del Ensanche, doctores honoris causa en sufrimiento por ruido, invasión de espacio público y suciedad, soportándolo cada Semana Grande (más de siete días), fiestas señaladas, ferias diversas, tardebuenas, nocheviejas, puentes, rallies urbanos…

Urge un recinto donde ubicar todo tipo de actividades. Es inaceptable, porque es ilegal, atronar con decibelios excesivos horas y horas a los residentes y trabajadores en calles estrechas rodeadas de viviendas (muchas de ellas antiguas), cerrar por completo el paso a vehículos de emergencias y poner en peligro la seguridad tanto de los habitantes como de los asistentes.

Opiniones al respecto: «El Sardinero es uno de los mejores lugares de España». Lo es para lo que es. Paseos, playa, deportes náuticos, vacaciones familiares…, pero no es un recinto aislado, hay hoteles y viviendas con residentes de enero a diciembre, es una zona plenamente urbana. Las ferias allí todo el verano son análogas a las de nuestras calles del centro a lo largo del año. Las mismas molestias. Los mismos incumplimientos de normas. Las mismas faltas de respeto. La misma invasión de la intimidad del hogar.

«Podría ser la campa de la Magdalena». La maltratada campa, pobre campa. Pobres estudiantes y profesores de la prestigiosa UIMP. Allí se ubican conciertos tan estruendosos que han provocado quejas por molestar a personas y animales incluso del sur de la bahía. El agua es buen conductor del sonido, pero aún sin ella, con esos niveles y de noche, lo oirían igual. Podríamos habernos afanado por un concurso hípico de primer nivel mejorando el que ya teníamos, pero nada. Heras sí lo ha hecho bien en ese aspecto. Nos falta ambición, cultura ambiental y visión estratégica.

«El Sardinero es un lugar accesible». Todos los lugares lo son si se ponen medios. Hasta lo es el Everest. Que sea accesible el centro de las ciudades depende de la procedencia y los medios. Todo el mundo ha de desplazarse para algo alguna vez. Al centro o al extrarradio, depende de dónde esté el centro de atracción o cuál sea la necesidad. La gente se mueve hoy con mucha facilidad si lo necesita o le apetece. A cualquier espectáculo llamativo acude público desde diversos barrios y municipios. Y será próximo para unos y lejano para otros. Lo veremos con los próximos eclipses de sol. El Sardinero es accesible, como dicen; sin embargo, en cada sesión de fuegos artificiales se atascan las calles que llevan hasta allí. Con tantos coches que se lanzan a la carretera desde diversos puntos, las vías urbanas se vuelven impracticables y no se llega a la hora.

En Cantabria dependemos demasiado del vehículo propio. Si los trasladáramos 5 o 10 km, esas mismas personas no se quedarían en casa, se desplazarían igualmente, desde donde fuera y adonde fuera.

¿Son accesibles los lugares por cercanos a los que allí acuden o pueden llegar a ellos ciudadanos de todos los continentes? Que precisamente en estos tiempos de cruceros a paraísos lejanos y turistas en Afganistán y Yemen tengamos que hablar de cercanías…

Lo que sí debe hacer un municipio es procurar un buen transporte público y ciudades de quince minutos, para aproximar los servicios cotidianos y obligatorios a los ciudadanos. Eso sí. Las ferias ocasionales o para vacaciones son otro cantar. Pero aquí se gobierna más para esto que para aquello.

Lo que hay que hacer es pensar y organizar bien las cosas. No se puede dejar todo al albur: se da permiso, se colocan los negocios privados y que la gente se arregle. Hay que dotar a la ciudad de transporte público eficiente y no contaminante, modernizar toda la circulación urbana y habilitar un recinto ferial para todo el año, fuera de la zona habitada, que sirva para todo tipo de actividades recreativas. Pongámonos a ello ya.