Borrar
Dos personas paseando por Madrid cerca del Museo del Prado. W. P.
Los andares

Los andares

A la última ·

Lunes, 2 de mayo 2022, 00:07

Sé andar, pero no pasear. Si me dicen «¿Vamos a dar una vuelta?», pregunto a dónde y para qué. Siempre salgo con un destino, con una razón, y el paseo no tiene ni brújula ni propósito; es zigzagueante, hedonista, holgazán, propio de contemplativos. Puestos a hacer una actividad improductiva, prefiero quedarme en el sofá. De perdidos, al río.

En este lunes raro por desocupado, privilegio de los que trabajan y condena para los que siguen en el paro, la gente pasea, corre y casi vuela. Yo ando. Y me dispongo a hacerlo con una intención: llegar hasta el final de la ruta del colesterol. Que tener no tengo, pero sí celulitis. A capazos. Muslos como flanes y un culo que no solo podría servir de apoyo al mundo, como el de Lady Chatterley, sino a todo el sistema solar.

Armada de valor y de una camiseta de Ferretería Hermanos Torníllez, me tiro a la calle. No soy la única: me cruzo con señoras que pasean cogidas del brazo y que llevan la mascarilla de alivio de luto, por debajo de la nariz. Aprieto el paso y adelanto a un matrimonio: él marcha marcando el ritmo y ella le sigue, sudorosa; se ve que en esto del caminar también hay desigualdad de género. Sigo andando. En dirección contraria viene un 'runner', esa raza que se cree superior y que, en la primera cita, te pregunta si eres pronador o supinador, algo que suena a guarrerida española, a si eres más de mortero o de monedero. Mil pasos más. Mira, otro corredor, pero de fines de semana y días de fiesta; se le nota por el trote cochinero. Ya me queda poco, ya llego. Alcanzo la rotonda que marca el fin de la ruta. Experimento algo parecido a la satisfacción, hasta que me doy cuenta de que tengo que volver. Más me valdría haberme quedado currando.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes Los andares