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Antes de los 80 del siglo veinte, contando desde 1947, el mayor impedimento para la creación de un país palestino era, paradójicamente, la Liga Árabe. En la actualidad, el mayor riesgo existencial contra un Estado Palestino es Irán.
En efecto, Israel ha bloqueado históricamente una ... Palestina independiente casi desde que fue declarada por Yasser Arafat en el exilio de Argel en 1988. No obstante, es sabido que, con anterioridad y desde la creación de Israel, los pueblos árabes, notablemente Siria, Egipto y Jordania, pretendían repartirse Palestina a costa de derrotar militarmente a Israel, sin ninguna intención de articular un hogar nacional palestino. Si acaso, acoger a los palestinos como árabes en una Cisjordania controlada por Jordania; una Galilea y una parte de la costa mediterránea incluso al sur de Haifa por Siria; y, para Egipto, el Néguev y por su supuesto Gaza, casi hasta el límite con los dominios sirios lindando con la voladura de Tel Aviv. Eso habría sido Palestina bajo dominio árabe.
Reconocer al Estado Palestino no es equivalente a crearlo. Aceptar a Palestina ahora por parte de España, Irlanda, Malta y Eslovenia es un gesto simbólico que ha elegido un momento inoportuno. Debería haberse producido hace tiempo, si se pretendía. O relegarse a otro futuro más propicio. Sin entrar en cuestiones de armonización de la política exterior europea, el reconocimiento es inconveniente porque se produce tras la violencia terrorista de Hamás sobre suelo israelí. No hace falta ser un genio de la geoestrategia para que sea evidente hacer la asociación entre el gesto político del reconocimiento y una validación a la violencia de Hamás, con castigo simbólico a Israel por su actuación en Gaza.
La creación de Palestina es hoy más intratable que nunca. Aun ignorando el problema de los asentamientos ilegales de colonos judíos en Cisjordania, suponiendo que se encontraría una fórmula para revertirlos; o la irresuelta cuestión de Jerusalén, en la esperanza de que, entre las ochenta ecuaciones para la ciudad, se hallaría una solución; incluso pasando por alto que la correlación entre la demografía de Israel y gobiernos judíos antipalestinos va e irá en alza (lo de Netanyahu es un aperitivo). Todo ello, por si no fuera suficiente, está atravesado por el vector fundamental y más en contra de una república palestina: Irán es el escollo existencial para los palestinos.
Imaginemos que, por carambolas y confluencias geopolíticas, los reconocimientos a Palestina fructifican, a medio plazo, en un Estado. La campaña militar de Israel sobre Gaza acorralará a Hamás en el interior, pero lo fortalecerá o mutará orgánicamente en el exterior. Con un Estado Palestino, Israel ya tendría a Irán en su frontera norte, en Líbano, vía Hezbolá, pero se arriesgaría a una 'democratización' de la presencia iraní en Cisjordania como la que intenta repeler en Gaza. Cisjordania y Gaza ya no serían dos entidades en un Estado Palestino, sino un mismo país, tal vez con dos regiones, con un único proceso electoral nacional. Cabe hipotetizar que la interferencia política iraní no se detendría ante un nuevo Estado Palestino, sino al contrario. Pongamos elecciones 'democráticas' en la futura Palestina a diez años en donde vencieran opciones islamistas proiraníes tipo Hamás. Nada descabellado, ya ocurrió en Gaza. Israel tendría presencia militar hostil de Irán en su oriente, en el norte y en el sur. Los países árabes de la zona tampoco estarían contentos. Es un escenario apocalíptico de violencia, donde Israel invadiría Palestina al completo, ya fuera un Estado soberano armado por Irán.
Reconocer a Palestina no es irresponsable, tal vez inoportuno, antiestético en este momento. Lo irresponsable sería no garantizar la estabilidad interna, de infraestructuras, económica, institucional, de un futuro Estado Palestino para inmunizarlo ante la influencia iraní. La experiencia con la Autoridad Nacional Palestina no augura nada bueno, pues se ha demostrado facilitadora, por ineficaz y corrupta, de la radicalización islamista de parte del pueblo palestino y del escoramiento hacia la 'ayuda' iraní. No parece que la Unión Europa esté capacitada para un hermanamiento con Palestina a modo de un Estado candidato a la adhesión al que se acompaña para alinearlo con estándares democráticos y, de paso, se le acoge en un área geopolítica que le aleje de influencias radicales. Este supuesto sería lo más serio que podría hacer la UE. Es verdad que Palestina necesita una voz europea, pero debe ser decisiva y no retórica.
Tampoco está en el horizonte que EE UU apoye económica e institucionalmente a una incipiente república palestina. Si hay que elegir entre una Palestina sin Estado o una Palestina marioneta de Irán en Oriente Próximo, ¿creemos que la UE y EE UU están en condiciones realistas de posibilitar la opción de una república para los palestinos? La historia acredita, contumaz, que no.
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