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Ángel siempre fue una voz extraña, un tío raro. Ya le seguía cuando hacía cosas en 'La Noche de Fuentes', si no fue en ese programa donde empezó sí fue donde yo le miré raro desde mi sofá por vez primera. No podía entender de ... qué iba ese cómico que no hablaba como los cómicos como yo cuando, al final de una cena, me pongo a contar una anécdota graciosa. No entendía qué pretendía ese tipo guapo y bajito haciendo chistes de lo bajito que es con una voz templada, casi susurrada, cuando, de todos es sabido, los chistes hacen más risa cuando se grita: «¡¡No, pero me gustaría verlas!!».
Luego le pillé en 'Sé Lo Que Hicisteis'. Un programa que nació, ya de por sí, como una voz diferente analizando, más que el corazón, tan de moda en los 90, a la prensa del corazón, sus trucos, sus malas maneras y sus argucias para hacernos estar pendientes de las vidas de gente cuya vida sería igual que la nuestra si no fuera porque ellos tienen una cámara delante y nosotros una pantalla. Aquello era tan nuevo, tan diferente, que no duró. Y, cuando fue haciéndose demasiado parecido a los programas que empezó criticando, la voz de Ángel se marchó para otro sitio.
Tras varios intentos de seguir susurrando lo que le daba la gana, Ángel encontró una fórmula que me hizo amarle del todo y, sobre todo, por fin, entender su decir. Un informativo que cada mañana graba en su casa y en el que, con su voz, me cuenta en dos minutos lo que ha pasado en el mundo sin, de nuevo, tener que depender de que voces superiores le dicten lo que debe o no ser noticia. Con su forma, con su ritmo, con su voz.
Ángel ha escrito un libro, se llama 'Por si las voces vuelven', en el que cuenta cosas sobre su salud mental en determinados años de su vida. Lo leí más por curiosidad hacia el personaje que por el contenido en sí. Esto puede sonar frío, pero el contenido me daba pánico (todos tenemos voces) y el personaje atracción, así que puedo decir que fue el morbo (atracción+miedo) lo que me llevó a abrir sus páginas. El libro tiene la peripecia de Ángel, terrorífica, por huir de sus demonios, de las voces interiores y exteriores que le gritaban que no estaba bien lo que él quería ser. Pero, sobre todo, el libro tiene el corazón de Ángel, su manera de contar las cosas, su voz susurrada y divertida a la vez. Su cabeza transversal mirando al mundo desde otro sitio, como buen cómico, como buen loco, como loco benigno que, al contrario que tantos locos que somos, ha preferido atravesar su infierno en silencio para que las voces sólo le afecten a él. La voz de Ángel me interesa mucho más que todas las voces que jodían a Ángel. Qué maravilla que su voz siga y que las demás se hayan ido «a hacer cosas».
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