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El 5 de julio de 2022 el presidente del PP, el señor Feijoo declaro solemnemente. «La situación económica es muy compleja. Ya no estamos hablando de síntomas. Nos dirigimos, todavía con mayor intensidad, a una profundísima crisis económica». Anunció poco menos que el apocalipsis. De ... entonces para acá la economía española creció el 5,8% en el año 22 y el 2,5, en el año 23, cinco veces más que la media de la UE. Se han creado 800.000 empleos, y tenemos cerca de un millón de personas más afiliadas a la Seguridad Social. El apocalipsis anunciado, y me temo que deseado no llegó.
Esto ha sido así por la diferente respuesta que se ha dado a la crisis del covid y la guerra de Ucrania, frente a la crisis del 2007. La respuesta en 2007 fue la austeridad mientras que a la crisis de la covid-19 se respondió con más de 140.000 millones euros en inversión proveniente de Europa. Los datos proporcionados anteriormente han dejado claramente de manifiesto, las muy diferentes respuestas dadas por la UE tuvieron también consecuencias radicalmente distintas en la economía española. La evolución de la inversión pública entre ambas crisis es radicalmente diferente. Prácticamente todos sus componentes se desplomaron en la crisis de 2007, poniendo en peligro las dotaciones de capital público, al no llegar a cubrir siquiera la inversión de reposición. Por el contrario, en la crisis del covid-19 la inversión pública se disparó, aumentando todos sus componentes sin excepción. Ello fue resultado del énfasis en «inversión y reformas», los dos leitmotiv del Next Generation EU. La experiencia de estas dos crisis nos enseña que el cambio de estrategia ha resultado decisivo para mantener la cohesión de la UE y poner los cimientos de un crecimiento basado en fundamentos más sólidos y solidarios. Así, por ejemplo, en España el 63% del empleo creado son ocupaciones técnicas, lo que conduce a que la productividad real por asalariado mejora en un 16,4%. Se está produciendo una transformación de la economía española. De cara al futuro el FMI, en sus perspectivas de crecimiento hasta 2030, sitúa a España como el país con mayor crecimiento dentro de los grandes países de la UE.
Todo la anterior no implica que nuestra economía no tenga problemas y retos por delante. Si nos centramos en Cantabria algunos aspectos son preocupantes. En 2023 la economía regional creció el 1,7% muy lejos del crecimiento medio de España. Sin duda existen diversas causas que provocan este resultado. Me voy a centrar en cuatro que considero relevantes.
En primer lugar, la inversión. Según un informe de la Fundación BBVA, Cantabria ocupa el último lugar de las CCAA en esfuerzo inversor (Inversión/PIB) en el periodo 2014-2023. El peso de las dotaciones de capital de Cantabria se ha reducido en el periodo en todos los activos, excepto las viviendas. Mientras que se aprecian debilidades en los más productivos, especialmente los activos TIC e I+D y otros activos inmateriales. Desde la perspectiva sectorial destacan los servicios públicos, un sector que ha incrementado su peso desde 1995, contrastando con el retroceso de la industria y la construcción. En resumen, la inversión es más reducida en Cantabria y especialmente en los sectores más productivos.
En segundo lugar, el dinamismo empresarial. Cantabria tiene un escaso dinamismo, ejemplificado en el escaso peso de las empresas 'gacela' (más de 10 empleados con crecimientos de plantilla anual, durante al menos tres años, del 20%). En Cantabria representan el 0,7% del total de España, muy por debajo del peso relativo de la región. Tienen de media 30 trabajadores frente a 124 del conjunto del país. Se centran en la construcción, comercio y el turismo con escaso, o nulo, peso de la tecnología o el conocimiento.
Tercero, el talento. Según el Informe Cotec-Ivie, el índice de talento de la economía de Cantabria está por debajo de la media española, tenemos dificultades para facilitar, atraer y retener talento, así como capacidades para su desarrollo. Por fortuna, es muy destacable el buen funcionamiento de nuestro sistema educativo y su incidencia en el crecimiento del talento en la región. Talento que se puede crear pero que difícilmente retenemos y atraemos.
Cuarto, la gobernanza, lo intangible. El último aspecto hace referencia a la inexistencia de una propuesta de Planificación con objetivos compartidos y sostenibles en el tiempo, que pueda incidir positivamente sobre estas y otras muchas variables. Esto apela al, conjunto de fuerzas políticas, con especial intensidad a quien tiene responsabilidades de gobierno, pero también a los actores sociales, porque hoy no existe una demanda social intensa en nuestra región para alcanzar ese propósito compartido. Si no tenemos objetivos ni, apenas, instrumentos para alcanzarlos, nunca conseguiremos llegar a ellos.
Mientras España transforma su economía, Cantabria se mantiene en una inercia paralizante lo que impide aprovechar la oportunidad derivada de ese impulso transformador.
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