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Santander es una ciudad maravillosa situada en un entorno espectacular, con espacios públicos atractivos que permiten una adecuada calidad de vida a sus habitantes. No obstante, detrás de este espejo tan valorado aparecen otros no tan positivos que merecen la pena ser conocidos con el ... fin de mejorar la ciudad, no vaya a ser que la contemplación nos paralice la acción.
Santander es una de las pocas ciudades que no ha tenido un proceso de transformación y modernización equiparable a otras de nuestro país. La gran mayoría de los proyectos de envergadura los han realizado otras administraciones. El Palacio de Festivales en el pasado y el Mupac en el futuro, el Gobierno regional. La Biblioteca Central y la transformación del Puerto, el Gobierno central. De otro lado, aparece la iniciativa privada con el Centro Botín y el futuro Faro de Cantabria. Como colofón y muestra de una cierta desidia, la ciudad lleva años sin tener un Plan General de Urbanismo que planifique y oriente el destino que quiere alcanzar. Si no se sabe a donde se quiere ir nunca se llegará.
Tan importante como lo anterior son los aspectos sociales. Santander ha perdido población de manera constante en los últimos años, 20.000 habitantes desde 1991, en favor de los municipios limítrofes (Bezana, Camargo, El Astillero, Piélagos…) alejándose del umbral de los 175.000 que la Ley de Haciendas Locales marca para definir a los municipios de Gran Población.
Además, se ha producido un gran envejecimiento demográfico. El Índice de Juventud (menos de 20 años) es del 16%, mientras que el Índice de Vejez (más de 65 años) es del 25%. Por el contrario, los municipios del entorno tienen índices de juventud muy superiores: destacan Piélagos, con un 24%, y Bezana, un 21%, y ambos con índices de vejez mucho menores, del 13 y del 16%. Esta salida a los municipios limítrofes de población dinámica comporta graves problemas de movilidad diaria: 36.000 personas no residentes en Santander entran todos los días en la ciudad para trabajar.
Esto tiene que ver con la política de vivienda que se ha desarrollado en el Consistorio.
El modelo de vivienda del Partido Popular es un fracaso. En la actualidad no existe la posibilidad de alquilar en el mercado una vivienda asequible –un tercio de los ingresos familiares dedicados al pago de la renta mensual– y sólo se ofertan 400 viviendas para alquiler residencial y a precios inasequibles para los santanderinos. Esta escasez contrasta con las más de 2.500 viviendas vacías y con las más de 1.600 que se ofertan en portales de alquiler vacacional. Por otra parte, apenas contamos con 200 viviendas públicas para el alquiler social, que están ocupadas y con una nula rotación.
El PP llega siempre tarde a las tendencias en políticas públicas de vivienda. Se incorporó muy tarde a la construcción de VPO, lo que llevó al gran desarrollo de vivienda libre al norte de la S-20, y ha construido casi 1.200 VPO desde entonces, pero siempre destinadas a la primera compra o al alquiler con opción a compra. En la práctica, la inversión pública se evapora en pocos años hacia la propiedad privada, que sale al mercado con importantes plusvalías privatizadas.
Así, según la encuesta social de Cantabria, el 80% de los santanderinos cree que la vivienda es muy cara, y el 60% que se proporcionan muy pocas viviendas por parte de las administraciones públicas y se promociona poco el alquiler social.
Es por ello que la encuesta señala que el 40% desconfía de su gobierno municipal.
En el reciente Informe sobre la Competitividad del Turismo, Santander aparece como la segunda ciudad en la que más se redujo el Índice, tan sólo por detrás de Barcelona en pleno conflicto del 'procés'. Los aspectos más positivos tienen que ver con el entorno natural y con los espacios públicos.
Sin embargo, el informe indica la inexistencia de una estrategia turística de la ciudad: El indicador «existencia y consistencia de una visión estratégica del turismo» es de los que más ha descendido en los años analizados, que abarcan de 2016 a 2022. Coherente con lo anterior, en el indicador «prioridad política concedida al turismo» Santander ocupa el puesto 19 de 22 ciudades. Lo mismo que en el indicador «esfuerzo presupuestario municipal a favor del turismo». Tenemos, por tanto, una ciudad que habla mucho de turismo pero que carece de una política turística más allá de nuestro «incomparable marco natural».
La evolución de la población, la política de vivienda que la condiciona y el turismo son sólo tres ejemplos de una ciudad maravillosa sí, pero en declive. Santander necesita una transformación que aún no ha realizado, un cambio que la permita pasar del declive al progreso.
Ese es, desde mi punto de vista, el dilema que se ha de dilucidar dentro de unas semanas en las elecciones municipales.
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