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«Gravarnos a nosotros, los ricos, y gravarnos ya». «¿Por qué, en esta época de múltiples crisis, se sigue tolerando la riqueza extrema?». «La mayoría de nosotros puede decir que, mientras el mundo ha pasado por un inmenso sufrimiento en los últimos dos años, nosotros, ... en realidad, hemos visto aumentar nuestra riqueza durante la pandemia, sin embargo, pocos o ninguno de nosotros puede decir honestamente que pagamos la parte justa en impuestos». «Esto no alterará fundamentalmente nuestro nivel de vida, ni privará a nuestros niños, ni dañará el crecimiento económico de nuestras naciones. Pero convertirá la riqueza privada extrema e improductiva en una inversión para nuestro futuro democrático común». «La desigualdad ha llegado a un punto de inflexión, y su costo para nuestro riesgo de estabilidad económica, social y ecológica es grave y crece cada día. En resumen, necesitamos actuar ahora».
Las expresiones anteriores no forman parte de ningún manifiesto de un partido de izquierdas. Es parte de la carta abierta de más de 200 superricos de todo el mundo en la que han pedido a los líderes de los gobiernos reunidos en el Foro Económico Mundial (FEM) de Davos que se reformen las leyes fiscales para que ellos paguen más impuestos, de forma que la tributación sea más justa y no haya un abismo insalvable entre los ricos y los pobres. Piden más impuestos sobre el patrimonio para ayudar a pagar mejores servicios públicos en todo el mundo y luchar contra la desigualdad. Entienden que con ello ayudan a apuntalar la democracia y la defensa de sus intereses.
¿Cómo reaccionar ante estas manifestaciones con el alarde de la derecha en España, y en Cantabria, en su cruzada contra los impuestos, beneficiosa, sobre todo, para las rentas y patrimonios más altos? Que en el balance de gestión el Gobierno regional sitúe en primer plano la bajada de impuestos es indicativo su intención y los resultados de la misma.
Ante los problemas de la sociedad, la economía y las empresas la intención es la inacción. Así, por ejemplo, ante el hecho conocido de que tenemos la juventud con la emancipación más tardía de toda España, no hay una respuesta contundente por parte del Gobierno regional en la creación de un parque público de vivienda para el alquiler asequible que, junto con un mejor acceso al trabajo y mejores salarios pongan medios para solventar una situación con enormes costes sociales, vitales y económicos para quien la sufre y para el conjunto de la sociedad.
Ante el hecho de que nuestra economía carece del vigor que se observa en otras regiones, y que daña a nuestras empresas y trabajadores, la intención es que el Gobierno no debe estorbar. Yo creo, sin embargo, en una administración emprendedora que oriente, estimule, e impulse la actividad privada en torno a un horizonte compartido. Si no tenemos objetivos, no sabemos lo que queremos y podemos hacer, ni tenemos medios ni políticas, ¿cómo vamos a estimular la inversión pública y privada necesarias para el impulso de la actividad económica y la creación de empleo?
La respuesta a todos los problemas económicos y sociales de Cantabria es, para el PP, la bajada de impuestos. Renunciar a 90 millones de ingresos públicos, que es el resultado teórico de la reforma, implica, en el mejor de los casos, un regalo de 25 euros al mes por contribuyente. ¿En qué le cambia la vida a la gente semejante cantidad? Además, la reforma se realiza de manera injusta. Los dos factores conjuntos, menos ingresos públicos, alcanzados de manera injusta y menos gasto público para financiar políticas públicas, por ejemplo en vivienda, tienen un efecto que debería ser indeseado para todos: la desigualdad, lo que es negativo para la democracia y la economía, como indica la carta de los 200 milmillonarios del planeta.
En fechas recientes el señor Alberto Núñez Feijóo, presidente del PP, en una cumbre con los alcaldes populares de toda España les exhortó a «reaccionar ante cada injusticia económica, social y política. Vuestra obligación es defender la igualdad. No os han votado para que calléis ante los privilegios». Hermosas palabras que se compadecen poco con la acción del PP en los gobiernos. Estamos ante un ejercicio de cinismo político colosal que tiene consecuencias nefastas.
La lucha contra la injusticia, los privilegios y en favor de la igualdad, es incompatible con una bajada de impuestos generalizada que lleva a las administraciones a la inacción y las deja sin recursos para atender adecuadamente los servicios públicos, el impulso a la economía, que genere un escenario beneficioso para las empresas. La consecuencia es el crecimiento de la desigualdad que pone en riesgo el futuro democrático común, porque es el germen que hace brotar el miedo que trae a los Milei, Bolsonaro, Trump, Meloni,…
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