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Analizar los resultados de la economía regional durante la legislatura que está a punto de finalizar requiere tener en cuenta el contexto en el que estos se producen. Contexto que en este caso ha sido especialmente relevante. Una pandemia que nos confinó a todos y ... paró buena parte de la actividad económica durante meses, una guerra en Ucrania que ha provocada efectos tan dañinos como una inflación desconocida desde hace muchos años y problemas graves en la cadena de suministros. Como colofón, y sin haber terminado de todo todos estos efectos, la legislatura finaliza con una sequía y calentamiento, fruto del cambio climático, que afecta todo nuestro territorio. Despreciar en cualquier análisis estos elementos es simplemente populismo. Es cierto que en este contexto negativo aparece un elemento positivo, los fondos europeos, y no es menos cierto también que sus efectos más considerables están aún por llegar.
En este marco tenemos que valorar que el PIB regional, en términos nominales, es hoy 1.700 millones de euros superior al que había antes de la pandemia. La deuda pública regional, después de destinar ingentes cantidades a paliar los efectos de la pandemia en los servicios públicos, familias, empresas, autónomos, se mantiene en niveles similares, en relación con el PIB, a los que tenía antes de la misma. Es decir, no ha crecido.
En estos años, comparando 2019 con la actualidad, la evolución del mercado de trabajo ha sido sorprendente. Tenemos 1.700 activos más, se han generado 9.400 empleos netos, hay 11.000 personas más afiliadas a la seguridad social y tenemos 7.700 parados menos. Cifras estas últimas más relevantes si teneos en cuenta que la pandemia destruyó 7.000 empleos. La tasa de paro es una de las más bajas del país y se ha reducido en un 24%. Si profundizamos un poco más en los datos encontramos más elementos esperanzadores. La tasa de temporalidad se ha reducido casi ocho puntos, un 31% menos. La tasa de paro de los menores de 30 años, un aspecto lacerante, se ha reducido un 33%, situándose en el 18,5, cuando durante muchos años ha superado con creces el 30%.
Por otro lado, la renta media por persona se ha incrementado un 13%. Por su parte, la tasa de riesgo de pobreza se ha reducido cerca de un 17%. Bien es verdad que los sectores más vulnerables, aquellos con carencia material severa, siguen manteniendo una situación inaceptable y necesitamos apoyos y políticas más inclusivas por parte de las administraciones públicas.
Ustedes me perdonarán el abuso de los datos de los párrafos anteriores. Pero debo decirles que es el dato el que debe de permitir desarrollar, y refrendar, un relato. Lo digo porque desde determinados sectores se ha venido manteniendo, con intenciones muy evidentes, mensajes catastrofistas en sobre la economía española y la de Cantabria sin base alguna. No, no ha llegado el fin del mundo, ni se le espera. Todo lo contrario, a la luz de los datos expuestos y teniendo en cuenta el contexto, yo creo que, como mínimo, podemos calificar la evolución de la economía regional en estos últimos cuatro años como notable.
Con todo, yo creo que lo más importante para el futuro de la economía regional que ha acontecido en esta legislatura no tiene que ver, de momento, con datos. Me refiero a la aprobación de la Ley de Ciencia, el pilar básico para construir una nueva economía basada en el conocimiento. Un instrumento imprescindible para retener y atraer talento que nos permita crecer con un empleo de más calidad. La ley ahora necesita desarrollo, con la puesta en marcha sin dilación de la Fundación que ha de gestionar el I+D+i regional, así como las dotaciones presupuestarias para su funcionamiento y es establecimiento de un entramado financiero para el desarrollo esa nueva economía y la creación de un entorno más favorable para el emprendimiento.
Que, en el escenario de una pandemia sin precedentes conocidos en un siglo, con una guerra que ha provocado situaciones económicas muy adversas, hayamos podido recuperar la economía con brío, tiene que ver con el escudo de protección social y económica que se levantó desde Europa, el Gobierno central y las Comunidades Autónomas. Una auténtica política socialdemócrata que nos ha salvado. Esta es una lección que nos ha de servir en el momento actual. Las incertidumbres no han desaparecidos. España ha iniciado un camino de reformas sociales y económicas que deben de tener continuidad para su consolidación y que son valoradas positivamente por los ciudadanos como lo demuestra la paz social que tenemos en estos momentos en España, no así en otros países europeos.
En este contexto de incertidumbre, los ciudadanos han comprobado, con hechos tangibles, que desde las administraciones publicas se pueden y deben de desarrollar políticas que les den seguridad y les infundan confianza. Esas políticas necesitan recursos para su implantación, así que también saben que aquellos que predican la bajada de impuestos como única política económica son poco fiables.
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