Toda actividad humana conlleva riesgos para las personas y del Medio Ambiente y por tanto es necesario disponer de una planificación y líneas de actuación eficientes para abordar la gestión de los incidentes o accidentes, en caso de producirse, y minimizar los daños originados por ... los mismos.
Nuestra sociedad extrae sistemáticamente recursos naturales que transformamos, transportamos, consumimos y en gran medida tiramos en un modelo de desarrollo socioeconómico lineal, de los recursos a los residuos, que estamos intentando superar mediante el modelo denominado de economía circular, en el que se plantea un modelo de desarrollo basado en la idea de residuo cero, o al menos el mínimo posible.
En España hemos sufrido accidentes ambientales de extraordinaria importancia, como el de la balsa de la empresa Boliden en las proximidades del Parque de Doñana en 1998, el del trasporte de derivados del petróleo por el Prestige en 2002 con consecuencias graves en buena parte del arco atlántico español; así como otros numerosos incidentes menores.
El incidente originado con el derrame de material plástico en la costa atlántica de la península ibérica vuelve a poner encima de la mesa el riesgo ambiental asociado al transporte de materiales y la urgencia en reducir el consumo de plásticos, especialmente de los plásticos de un solo uso, que en demasiadas ocasiones acabarán en el mar y, a lo largo de los años, convertidos en microplásticos, terminarán incorporándose a la cadena trófica y a nuestro propio organismo.
Como en todos los incidentes la prioridad es evitarlos, pero cuando tienen lugar es fundamental contar con planes y protocolos de actuación rápida que permitan minimizar las consecuencias negativas.
Los primeros sacos conteniendo las bolas de material plástico se detectaron en Corrubedo (Ribeira, Galicia) el pasado 13 de diciembre; en esta situación la primera acción es confinar todo el material plástico posible antes de que se degrade en el mar, porque el principal riesgo ambiental derivado de esta fuga de material es su transformación en el medio marino en microplásticos que pueden incorporarse a las cadenas tróficas alterando la biodiversidad y las actividades socioeconómicas asociadas al medio marino.
Es necesario empezar a tomarse en serio la imperiosa necesidad de reducir el consumo de plástico
Del desastre del Prestige se aprendió que es necesario contar con planes preparados para hacer frente a estos accidentes, se aprobaron a nivel estatal y buena parte de las comunidades autónomas tienen los suyos propios.
Y también comprobamos como no deben afrontarse estas situaciones desde el ámbito político y de las administraciones. Primero negando la existencia misma del problema: «A nuestras costas no llegaran los pélets»; después intentando minimizar el riesgo: «Son cuatro bolitas en dos playas». Y cuando la evidencia es incontestable y ante la indignación ciudadana creciente, el recurso de echarle la culpa a otros, en este caso al Gobierno Central. Así se actuó con el Prestige, y así algunos responsables políticos han reaccionado ahora, al menos en primera instancia.
Es necesario dejar fuera de la confrontación política emergencias de este tipo, y es fundamental la coordinación desde el primer momento de todas las administraciones: estatal, autonómica y municipal.
Y, sobre todo, empezar a tomarse en serio la imperiosa necesidad de reducir el consumo de plásticos (Cantabria sigue sin un Plan de Residuos), tomar medidas para prevenir los riesgos ambientales desde el origen de los materiales hasta el final de su vida útil, establecer y ejecutar protocolos de actuación rápidos, y valorar el riesgo diferido a corto, medio y largo plazo de la fuga de material plástico. Una campaña sistemática de recogida de materiales plásticos visibles en el mar, playas o litoral contribuiría a paliar los daños en el ecosistema marino, que como es evidente sufre un notable deterioro por la actividad humana.
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