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No es fácil para un ciudadano normal, sin ninguna pertenencia a partido político o sindicato, expresar públicamente su pensamiento sobre lo que está ocurriendo en España. Todos estamos ya cansados de tantos artículos, tribunas de opinión o intervenciones en televisión. La diferencia con nosotros, es ... que todos esos opinadores son profesionales y nosotros somos ciudadanos de la calle. Y eso por un lado nos deslegitima, dado que no se nos atribuye información sustancial alguna, pero por otro es muy probable que hoy mi voz represente la de muchos españoles mudos ante estos acontecimientos. Y somos mudos por varias razones. Pensamos que a ningún responsable político le interesa nada más que nuestros votos, en primer lugar. También porque no sabemos cómo y dónde expresarnos, ya que nadie va a publicar nada a cualquier Juan sin nombre. Y también por pereza y quizás por miedo, que todo hay que decirlo.
Yo me animo a hacerlo porque hay dos circunstancias que me han impulsado. La primera es que cuando te engañan una vez la culpa es del otro, pero cuando te engañan dos veces la culpa es tuya. Nosotros no queremos tener la culpa, porque no hemos hecho nada. Bueno sí, algunos votar a quienes nos engañan y muchos callarnos. Y la segunda es que siempre he pensado que la culpa no es solo del malo por su maldad sino también del bueno por su debilidad. Y por eso tenemos que ser más fuertes y decir las verdades de lo que está ocurriendo en España, aunque las posibilidades de cambiarlo se vean aún lejanas.
Atribuyen a Álvaro de Figueroa y Torres, conocido como el conde de Romanones, un político español que ocupó diversos cargos ministeriales y la presidencia del Gobierno en tres ocasiones durante el reinado de Alfonso XIII, en relación con la ley de caza y pesca la siguiente frase: «La ley de caza no la pueden redactar los conejos». Pues ya ven, más de cien años después nos encontramos con que una ley de autoamnistía está redactada por los propios delincuentes que anuncian una y otra vez que volverán a delinquir. Y ya con esto podríamos dar por terminado este articulo tan básico.
Pero yo no me voy sin referir algunas de las consecuencias que para España tienen la aprobación de esta autoamnistía. Borrar los delitos cambiando la ley que aplican los jueces a cambio de 7 votos para hacer a Pedro Sánchez presidente del Gobierno es una corrupción política que los ciudadanos no debemos aceptar. Y no podemos aceptarlo porque lo que se pretende hacer es culpabilizar a los jueces que aplicaron la ley, por castigar la malversación de dinero público, la corrupción y el terrorismo. Las consecuencias de una justicia perseguida es la perdida de confianza de los ciudadanos en la legalidad y su aplicación, es decir, el desorden a todos los niveles. Y a ello se añade un sinfín de abusos de poder: instrumentalización partidista de las instituciones; fraudes de ley incubados y perpetrados en los despachos de la Moncloa; modificación de preceptos constitucionales mediante órdenes ministeriales sorteando los informes preceptivos del Consejo de Estado y del Consejo General del Poder Judicial; programación de un uso clientelar de los fondos europeos; programación de un sistema de solidaridad invertida, con las comunidades pobres financiando a las ricas (ojo al dato Cantabria); o desplazando el control político de la acción del Gobierno del Parlamento español a un refugio sin nombre de Ginebra; incorporar a dos cargos ministeriales directamente al Tribunal Constitucional. ¡¡¡Es que son tantas ¡¡¡¡ Y eso sin hablar de Cándido Conde Pumpido, presidente del Tribunal Constitucional que decidirá sobre la ley y que todavía no ha desmentido haber participado directa o indirectamente en la redacción de esta ley de autoamnistía.
Por eso, nuestra voz, la de la gente que calla, debe escucharse. Tenemos que evitar esta necropsia de la España del 78 que nos educó y formó en valores de libertad e igualdad. Si usted lee este articulo que hemos escrito entre todos significa que tenemos fuerza y debemos tener esperanza en parar esta devastación de España. Vamos, ánimo, que somos muchos y tenemos la razón.
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