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Con motivo de la celebración de la festividad de Santo Tomás de Aquino he tenido la oportunidad de dirigirme esta semana a toda la comunidad universitaria, con la que he compartido algunas reflexiones, entre ellas una derivada de los hechos sucedidos recientemente por la publicación ... de una serie de contenidos en la cuenta de X cuya responsabilidad corresponde al Consejo de Estudiantes de nuestra universidad y ante los que ya hemos mostrado nuestro rechazo sin paliativos y hemos abierto el correspondiente expediente de investigación. Pero, con todo ello, a mí me gustaría ir más allá del rechazo e incluso la indignación que nos producen, para trasladarles otros sentimientos: tristeza y preocupación. Que un universitario, aunque sea solo uno, se manifieste de la forma que hemos podido ver nos tiene que hacer pensar.
¿Cómo es posible que algunos de nuestros jóvenes, afortunadamente no muchos, se desenvuelvan en un ambiente de confrontación con matices de agresividad verbal intolerables e impropios de una sociedad avanzada? ¿Estamos ante hechos aislados o comienza a establecerse una forma de conducta? Y me refiero no solo a la juventud, universitaria o no, sino a la sociedad en general. No es ese el espíritu que debe imperar en la universidad, donde no cabe la falta de respeto. Y no es ese el espíritu que debemos transmitir a las nuevas generaciones. ¿Qué debemos hacer, todos juntos, para sofocar estos brotes de intolerancia?
Vivimos unos tiempos en los que parecen estar asentándose en algunos sectores de nuestra sociedad, quiero creer que pocos, niveles de crispación por encima de lo recomendable que no hacen más que alejarnos de los ámbitos sosegados que favorecen el uso de la reflexión intelectual como herramienta para resolver problemas. Una mirada a los titulares de los medios de comunicación cada día nos acerca a una realidad que no siempre resulta edificante. Somos un espejo para las nuevas generaciones y debemos cuidar cómo nos proyectamos, es nuestra responsabilidad.
Tengo la sensación de que se va haciendo más habitual de lo que nos gustaría ver conductas que no compartimos desde el espíritu universitario. Corremos el riesgo de que conceptos en los que hemos cimentado nuestro crecimiento como sociedad se difuminen hasta desvanecerse. Por eso, debemos estar alerta y actuar sin caer en la tentación de relativizar su importancia atribuyéndoles un carácter puntual.
El análisis de estas situaciones nos conducirá, sin duda, a cuestionar- nos algunos de nuestros comportamientos que luego pueden ser replicados por nuestros jóvenes y que pueden marcar su posición ante la vida. Empecemos a trabajar en todas las capas de nuestra sociedad de la única forma que podemos hacerlo: responsablemente y cada uno en su ámbito de actuación, dando ejemplo. No consideremos que existen enemigos, como mucho serán adversarios; no invalidemos al otro, considerémosle tan solo alguien que defiende posiciones diferentes a las nuestras. No fijemos más límites infranqueables que el cumplimiento de las leyes, en tanto no se modifiquen, por una parte, y los grandes consensos universales, como puede ser la DUDH, por la otra. A partir de ahí, debatamos, incluso con pasión, pero siempre con respeto, la herramienta más sólida de la que disponemos para la convivencia.
La universidad y este rector no tienen dudas: la solidaridad, la igualdad, el respeto a los demás han sido y seguirán siendo nuestras banderas, en el campus, en nuestra ciudad, Santander, en nuestro país y en el mundo. Sigamos educando en valores, pero hagámoslo todos juntos para con-tribuir a forjar una sociedad mejor. Seguiremos, por tanto, fortaleciendo e implementando todas las herramientas que consideremos que son necesarias para velar por un comportamiento honorable dentro de la comunidad universitaria.
Afortunadamente, la inmensa mayoría de nuestro estudiantado comparte estos valores como el viernes quedó patente en el acto en que fueron reconocidos algunos de ellos y algunas de ellas. Representan nuestro futuro y estamos seguros de que no tendrán dudas a la hora de poner en sus vidas el respeto en el lugar que se merece.
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