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Miguel de Unamuno estuvo en agosto de 1934 en La Magdalena participando en la Universidad de Verano. Ahí escribió una serie de poemas y una reflexión en prosa, que sus amigos reunieron, y le ofrendaron, en el 'Cuaderno de La Magdalena'. El ... pensador estaba ya cerca de cumplir 70 años, y sus versos resultan una mezcla de reflexión sobre la historia de España y de inquietud espiritual ante la inexorable vecindad de la muerte.
En el cuaderno destaca su meditación sobre Ena. Era el nombre familiar de la reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII, antigua moradora del palacio santanderino, y en ese momento exiliada. Los versos resultan interesantes porque Unamuno había sido un conspicuo opositor a la monarquía. Él mismo había proclamado la República en Salamanca.
Ya en 1934 no está nada contento, pues cree que los políticos no entienden la continuidad de la vida del pueblo. Al igual que la galerna agita el mar, pero momentáneamente y sin conmover sus máximas profundidades, así también las revueltas agitan el país, mas son como «arar en el mar». Critica Unamuno a los políticos profesionales que, a izquierda y derecha, «creen que el pueblo es arcilla en que cabe ejercer de alfarero para dar gusto a los dedos». Y aunque apelen a la «emoción popular», lo cierto es que «ni antaño monárquica, ni ogaño republicana». Al pueblo «no le llegan esos oleajes, ni sus espumas». Desdeña así el pensador todos los mensajes sobre conspiraciones, revoluciones, «rescate republicano», «renovación monárquica». Porque el pueblo es «sordo para todos los afiliados a los partidos todos».
Por tanto, en verano de 1934, poco antes de las revoluciones de la izquierda en Asturias y del nacionalismo en Cataluña, a los intelectuales con cierta ecuanimidad les costaba imaginar una polarización política del pueblo español. Pero estaba tan próxima... La profundidad del alma popular podía hallarse en costumbres cotidianas y actitudes vitales, pero, ¿no fue esta profundidad la que, precisamente, resultó tan fácilmente inflamable, como lo había sido cuando Unamuno iba al colegio bajo las bombas carlistas sobre Bilbao? Toda la gobernación de España se resumía en la observación del historiador Thomas Macaulay en los Comunes al ministro para Irlanda: «Irlanda siempre es combustible, pero no siempre está ardiendo».
Unamuno ve a la reina como una figura trágica, «nuestra pobre Ena», afectada por las galernas superficiales de las revueltas españolas. La reina confesaría que jamás se había sentido querida en España, a pesar de que había participado todo lo posible en iniciativas sociales. Unamuno lo recoge en unos pocos versos: «Y un pueblo en vendaval te barrió un día / espumas, sueños, brumas, fatal Ena / los cuentos que contó a tu monarquía / ¡anglicana sirena! ...».
El drama de Ena poseía mucho más simbolismo. El enlace del joven rey español con la princesa británica había supuesto apostar por una monarquía parlamentaria de tipo inglés y liberal para España. Y en política exterior por un entendimiento con Londres, entonces la gran potencia. El fracaso del parlamentarismo despejó la ilusión de una España «anglicana» en política y dejó al estado sin amigos entre los gobiernos liberales, como se vio en la guerra civil, con esa «soledad de la República» que algún historiador ha investigado.
Puede que, como Lord Byron escribe y Unamuno recoge, el mar siga joven y sin arrugas como en su primera aurora. Pero no está tan claro que las alteraciones históricas no causen arrugas, cicatrices, transformaciones duraderas en la mente de la sociedad. Hubo una infravaloración de la aceleración de la historia: quizá hizo que nuestros eximios intelectuales liberales bajaran la guardia en exceso. Porque de ellos se podría también cantar el «Y un pueblo en vendaval te barrió un día».
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