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El Ibex se situó ayer en los mínimos del año, con 7.500 puntos, tras perder un 2,5%. El resto de las Bolsas europeas mostraron una tendencia análoga e incluso más acusada en pérdidas tras una semana a la baja. La escalada belicista anunciada ... por Putin el miércoles colmó el vaso de los temores. Su declaración hizo que se desplomara la Bolsa de Moscú, asistida por el Kremlin. Las medidas adoptadas por los bancos centrales frente a la inflación, incrementando el precio del dinero, ha retraído la demanda bursátil ante los pronósticos de una recesión que podría afectar a países tractores de la economía global. No hay zonas geográficas de refugio. Tampoco sectores o empresas que se encuentren a salvo de tan incierta coyuntura. Hasta el esperanzador dato de que la economía española se recuperó un 1,5% en el segundo trimestre queda en entredicho ante la convulsión general. El aserto del presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, de que el problema es la inflación presente más que la recesión posible no ha encontrado réplica. El euro está perdiendo peso sin que el BCE pueda rebatir el dictamen de Washington, cuando la autoridad monetaria estadounidense ha incrementado los tipos de interés en otro 0,75% hasta situar su reacción total en más del 3%, mientras se declara dispuesta a subirlos otra vez.
Es la ventana de oportunidad que se le ofrece a la autocracia moscovita para continuar batallando contra Occidente. El capitalismo de un Estado que recurre a la leva de las personas que sitúa en la periferia de su sistema para proseguir una guerra de ocupación contra todo derecho y en descarnada afrenta a la humanidad -como está constatando la misión de la ONU desplazada al terreno de operaciones de la invasión rusa-. El capitalismo de oligarcas que fallecen siempre en extrañas circunstancias ante un poder omnímodo que insiste en recuperar una Rusia sin límites sobre un régimen sin escrúpulos. La economía es un estado de ánimo. Pero sólo un ánimo decidido puede afrontar los desafíos del momento. Desafíos que no pueden conducir a la división en el lado correcto de la historia. Que no pueden desgastar energía en cuitas extemporáneas cuando el mundo se lo está jugando todo y se incrementa la desigualdad. Hasta el deseo legítimo de obtener rendimientos inmediatos de una inversión dada debe ceder ante el peligro, a compartir inevitablemente, de que todo se venga abajo.
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