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La revista 'Foreign Affairs' cumple 100 años en 2022 y destaca la coincidencia de su centenario con algunos importantes aniversarios históricos que tienen lugar también este año. Quizá los más relevantes son los 75 años que se cumplen de la puesta en marcha del Plan ... Marshall; así como del inicio de la denominada doctrina de la contención del presidente Truman, al aprobar en 1947 el plan de ayuda económica a Grecia y Turquía, una vez que el Reino Unido reconocía su incapacidad para mantener el esfuerzo político para frenar la expansión de las guerrillas comunistas en la región. Y, en tercer lugar, la recepción en la Casa Blanca del telegrama enviado también en 1947 por el diplomático George Kenan, advirtiendo de las intenciones de los soviéticos por rearmarse y ejercer una presión política permanente que condujera a la extensión del modelo comunista en Europa y otras áreas de influencia. En definitiva, en 2022 se cumplen 75 años del nacimiento de la bipolaridad y la guerra fría, como resultado no previsto del orden mundial posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Los tres hechos no son fenómenos aislados, sino tres procesos concatenados con los que Estados Unidos afrontaba el futuro de su liderazgo en la segunda mitad del siglo XX con una incuestionable voluntad de tomar las riendas del orden internacional, a través de una implicación directa en la reconstrucción de los países aliados y los derrotados y de la contención de la potencia desafiante, la Unión Soviética. De hecho, la ayuda ofrecida en el proyecto de Marshall se le ofreció también a Stalin, que naturalmente lo rechazó, a pesar de las difíciles condiciones por las que atravesaba el sufrido pueblo ruso, masacrado como otros pueblos y minorías por las ambiciones imperialistas e ideológicas de los tiranos enfrentados en la Segunda Guerra Mundial. Pero Stalin, que no quería la paz sino el poder hegemónico comunista, tal y como reveló el 'long telegram' de Kenan, movía los restos guerrilleros en Turquía y Grecia y confiaba en que los comunistas avanzarían en otros países europeos.
Se cumplen 75 años de un año en el cual los Estados Unidos cambió su rumbo y el del mundo libre mediante tres decisiones orientadas en el mismo sentido: la de entender a la democracia y su sistema de derechos y libertades como los verdaderos triunfadores frente a los totalitarismos fascistas y comunistas. Y liderar el orden mundial por el camino de esos valores universales.
En este momento, Washington recuerda estos aniversarios en plena acción política del presidente Biden para relanzar la democracia y en pleno debate doctrinal sobre si interpretar la rivalidad con China desde la competición, desde la contención, o desde una combinación de ambas estrategias. Siendo probablemente la tercera, la más eficiente de las tres opciones, tal y como planteaba el artículo 'The Longer Telegram', publicado hace un año en el 'Atlantic Council', anónimo, aunque seguramente elaborado por los servicios de exteriores y seguridad americanos en China, emulando en su título al documento del diplomático destinado en Moscú en 1947.
China no es un rival hoy como lo era la URSS en aquel lejano año, poco posterior a la mayor hecatombe de la historia. Es mucho más significativa como actor en términos económicos. Mucho menos significativa como superpotencia en términos territoriales. Nada equiparable como potencia en términos históricos tras una guerra mundial, pero igualmente significativo es el papel de los dos actores, en su común voluntad de ofrecer una alternativa no democrática y no occidental (liberal) al orden mundial. Aún cuando a China también se le ofreció participar del progreso liberal. Lo hizo el presidente Nixon al visitar a Mao en 1972, de cuyo viaje se conmemora también este año el cincuenta aniversario. El todopoderoso líder comunista, tras el monumental fracaso de la revolución cultural, dijo que sí entonces. Al igual que sus sucesores hasta que Xi Jinping, casi cincuenta años después, haya decidido que en el fondo un buen comunista desprecia el orden liberal y es capaz de proponer un mundo mejor. Aún cuando no sepa ni cómo hacerlo, ni cómo implicar al resto de países, ni cómo dedicar una parte importante de su voluntad política y de sus beneficios económicos a ponerlo en marcha e implementarlo.
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