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En este momento tenemos planteado el reto de asumir nuestra fragilidad y nuestra vulnerabilidad. Creíamos que podíamos con todo y hasta nos quejábamos de tonterías. ... Un virus ha trastocado nuestra vida personal, familiar y social. Está a punto de colapsar nuestros hospitales. Sufrimos una pandemia que no conoce fronteras, ni ideologías, ni clases sociales. Estar recluidos en nuestros hogares es ocasión propicia para redescubrir el inmenso valor del cariño de nuestros familiares, amigos y de tantos gestos de generosidad que nos sobrepasan. Ante la incertidumbre, el miedo y el dolor necesitamos el cariño de los próximos y la caridad de los vecinos y desconocidos. Hoy más que nunca hemos de ser centinelas de la esperanza.
No se trata sólo de un problema de salud pública, ni tampoco de una dura crisis económica que solo más adelante mostrará todas sus consecuencias. Nos encontramos ante una crisis de fe. No todo lo resuelven la ciencia y la tecnología, aunque sus aportaciones sean imprescindibles. Hemos de agradecer a los sanitarios que atiendan a los enfermos poniendo en peligro su vida. También a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Hemos contraido un deber de gratitud para todas las personas que aseguran que no nos falte lo más imprescindible. Los aplausos agradecidos son necesarios, pero no suficientes. Ortega Lara, 535 días enclaustrado en un zulo de pésimas condiciones, nos da un remedio: «Es importante hablar. Para mí, que soy creyente, rezar […] Tenemos que metabolizar el miedo y convertirlo en algo positivo». Ojalá estos acontecimientos nos ayuden a revitalizar nuestra fe debilitada y a recuperar la práctica religiosa. Que en nuestras mentes y oraciones ocupen un lugar privilegiado los que han muerto, los enfermos y sus familias, los ancianos y los que viven solos. Exportemos cariño a los que sufren. Es muy triste y doloroso para los familiares no poder ver a sus enfermos y, si mueren, no poder celebrar un funeral en las condiciones normales. El Obispado de Santander está respondiendo positivamente a los requerimientos de ayuda material que le llegan de entidades públicas y privadas. Además, desde la Catedral, y con la colaboración de PopularTV, estamos facilitando la participación: de lunes a viernes el comentario al Evangelio a las 10.00 horas, las Vísperas y la Eucaristía a las 18.00 horas; y los domingos la Santa Misa a las 12.00, 13.30, 18.30 y 20.00 horas. Cuando la cuarentena se prolonga puede acecharnos la tentación de saltarnos las normas de obligado cumplimiento. Por favor, caigamos en la cuenta de que esa frivolidad irresponsable puede provocar mucho dolor y echar abajo muchos esfuerzos realizados con peligro de la propia vida. A todos os tengo presentes en mis oraciones.
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