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En 1964 Viktor Grünbaum, arquitecto vienés exiliado al inicio de la Segunda Guerra Mundial, publica 'El corazón de nuestras ciudades'. En él plantea sus teorías para la creación de nuevos espacios urbanos en USA a partir de la optimización de los flujos de tráfico y ... transporte (de mercancías y viajeros). Propone, entre otras cuestiones, la peatonalización de los centros urbanos compartida con aquellos tránsitos de vehículos más necesarios. Fue el modelo de planificación para que Walt Disney pergeñase su «Prototipo Experimental de Ciudad del Mañana» (EPCOT, en su acrónimo inglés) que habría sido el corazón real de su parque de Orlando. Murió antes de llevar a la práctica esa aventura ya diseñada (su hermano Ron no se atrevió con ella).
Herbert Muschamp, crítico de arquitectura de The New York Times, publica en 2010 'Los corazones de la ciudad', un título parecido pero con diferente contenido. Muschamp fue heredero de un cargo que, por primera vez, asumió una mujer en 1961, Ada Louise Huxtable, una potentísima voz en la Nueva York de la segunda mitad del siglo XX, a la que hizo reflexionar sobre la relevancia de la arquitectura y del espacio público en la sociedad.
El 4 de mayo de 1958 Huxtable había publicado un notable artículo titulado 'El arte que no podemos permitirnos ignorar (pero lo hacemos)'. Mostró en él su desazón por el desconocimiento por parte de la población de una disciplina como la arquitectura, escenario natural de la vida humana, no en vano las personas desarrollan sus actividades principales (comer, dormir, trabajar, estudiar, curarse, ver espectáculos, comprar…) dentro de edificios. Y recordaba que, además de servir a las funciones humanas básicas (la «máquina de habitar», que dijo Le Corbusier), la arquitectura es «el arte más importante».
En cuanto a su morfología y estructura la ciudad se basa, sin duda, en la arquitectura y en el espacio urbano, los dos factores que la definen y que requieren la atención de quienes rigen sus destinos. Sobre esos conceptos se proyecta, luminosa, la influencia del patrimonio cultural, del legado histórico recibido a través de edificaciones destacadas por su trascendencia sobre la propia ciudad y sus habitantes. La protección del patrimonio, pues, como clave de bóveda del discurso sobre la ciudad.
Se trata de conocer las persistencias que la Historia ha dejado en las ciudades y no solo en forma de edificios sino también a modo de tramas urbanas, trazados, recorridos y espacios significativos. Todas las ciudades cuentan con estos elementos que, quizá menos identificados en los discursos habituales, forman parte, sin embargo, del mismo legado cultural. Así lo expuso ya el arquitecto italiano Aldo Rossi en su libro 'La arquitectura de la ciudad' (1966). Tan importante para Santander será el antiguo convento de las Clarisas de Santa Cruz, destacado aunque muy demacrado edificio, como el trazado del paseo de Reina Victoria, recorrido urbano único en el mundo por su calidad y, además, elemento fundamental en la expansión de la ciudad hacia el nordeste en el primer tercio del siglo XX.
La ciudad, cualquier ciudad, no es simplemente un recurso lingüístico ni un argumento para la política. Todas las ciudades son el espacio y el lugar donde viven sus habitantes y desarrollan sus actividades de forma completa. Decía Muschamp que «una gran ciudad es un lugar dividido por el conflicto entre exponerse o el deseo aún más fuerte de disimular». Valdría para cualquiera, grande o intermedia, como Santander. Para todas apuntó también «el conflicto [como] el producto cultural más importante de una ciudad». Eso sí, siempre pidió «más ética, más estética, más genética» y, en esta última, en la diversidad, puso parte de sus esperanzas para encontrar hilos conductores cuando la llamada «aldea global» ya era un hecho indiscutible.
Esta tribuna no tendrá la extensión de las de The New York Times, pero pretende ser tan pedagógica como las de Huxtable y Muschamp. La ciudad, su arquitectura y su patrimonio (construcciones y trazados, su plano, incluso) requieren el máximo interés y participación de la población: de que siga latiendo su corazón (de ambos, ciudad y ciudadanía) dependerá su futuro. La planificación y la belleza serán algunas de sus claves primordiales. El debate cívico debe permanecer vivo y alerta, velando por que la tensión de la vida urbana y su orden no queden ni abrumados ni obviados. El esfuerzo es de todos.
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Ana del Castillo
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