Política ferroviaria… sin urbanismo

Nada ha cambiado desde entonces, más bien al contrario. Con la avenencia de tres administraciones públicas se está renunciando en Santander a que se promueva una ordenación urbanística de la 'playa' de vías completa (entre la actual estación de ferrocarril y la zona de La Marga) y se acepta, en su lugar, un proyecto parcial y únicamente ferroviario. Así, se recibe con un entusiasmo casi inexplicable la oferta de una superficie de hormigón de cincuenta mil metros cuadrados en una cota intermedia entre las calles Castilla y Alta que no va a resolver la desconexión funcional entre ambas y que va a ofrecer un espacio de muy difícil uso para los ciudadanos.

Eso, sin ninguna duda, no es hacer urbanismo ni mejorar la calidad de vida de la ciudad.

La política nació como forma de administrar la 'polis', la ciudad, y nunca para perjudicarla o, como en este caso, para obviarla casi totalmente en la toma de decisiones sobre su propio espacio. Por ello, importaría volver a poner en la primera línea la consideración de los intereses de la ciudad en un ámbito donde, además de lo ferroviario, hay que resolver los asuntos de la 'polis'. Entre ellos estará la conexión entre las partes alta y baja de la ciudad pero también algunos otros que, sin duda, tendrán cabida sobre los más de 250.000 metros cuadrados de la 'playa' de vías.

Tan solo como objeto de reflexión, planteo algunas preguntas que se responderían en un concurso que, inexplicablemente de nuevo, ninguno de los tres gobiernos implicados (estatal, autonómico y municipal) parece querer que se celebre en Santander.

¿Y si la estación se retrasase 250 metros (apenas tres minutos andando) hacia La Marga? Pues habría más de 40.000 metros cuadrados para un verdadero parque urbano, con posibilidad de cualquier tipo de plantación, incluso árboles de gran porte (imposibles sobre una teórica cubierta de las vías). Desde ese parque se producirían, además, las nuevas conexiones con el parque Sotileza (del Agua) y la calle Alta. Por supuesto, la estación de ferrocarril (junto con la de autobuses, que debería acompañarla) seguiría estando en el centro de la ciudad, que habría crecido con ese gran parque, y por supuesto también, el autobús urbano llegaría hasta ella sin problema.

¿Y si la «integración ferroviaria» fuera real, verdadera y total, y también los trenes de FEVE entrasen sin bordear el polígono de Candina sino paralelos a la calle Eduardo García del Río mediante un nuevo conector a la altura de La Remonta (no previsto ahora pero sí en los planes de FEVE-ADIF en 2006)? Pues habría un pasillo de entre 20 y 33 metros que conectaría peatonalmente por un «corredor verde» el centro de Santander con el futuro parque de La Remonta y con Peñacastillo. Además, el aumento de espacio en la 'playa' de vías permitiría la ubicación de un estacionamiento disuasorio en altura comunicado con la calle Jerónimo Sáinz de la Maza por arriba y con la calle Castilla por abajo.

¿Y si la nueva disposición de espacios con ese nuevo conector permitiera descongestionar el tráfico de las calles Castilla y Marqués de la Hérmida y hacerlo realmente de proximidad? Pues habría un barrio, el más denso de Santander y el más saturado en cuanto a contaminación acústica, polución y densidad de tráfico rodado (el de entrada y salida de la ciudad, con casi 35.000 vehículos diarios), que, por fin, conseguiría una mejora real de su calidad de vida, urbana y humana.

Esto sería hacer urbanismo, plantearse todas las posibles mejoras (estas y otras) que una actuación en la ciudad, cualquiera, debería reportar necesariamente a la población para mejorar su calidad de vida. Lo demás es hacer política ajena a la 'polis'.