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El término 'progresista' está hoy siendo un mantra de suma utilidad y uso permanente en el discurso del área de Gobierno. La existencia de ese mismo Ejecutivo, apoyado en sectores políticos tan heterogéneos, permite aglutinar en torno a él posiciones e ideologías, incluso mentalidades, ya ... que remite al objetivo supremo de que los adversarios –vistos como enemigos, identificados con el tándem maldito de PP y Vox– nunca alcancen el poder.
Desde un punto de vista utilitario, todo funciona a la perfección y, además, cuenta con que, en la vertiente opuesta, conservadores y reaccionarios se encuentran sin una etiqueta alternativa. El posfranquismo, mucho más que el posfascismo, rezuma en los planteamientos e incluso modales del líder de Vox, Santiago Abascal, y sus seguidores, caracterizados por una rigidez gestual evocadora del 'impasible el ademán'. Pero saben que ese cordón umbilical no debe ser destapado. Claro que, a la vista de lo que sucede en Italia con Meloni y FdI, vemos que no resulta fácil quitarse el pelo de la dehesa.
En cuanto al PP, desgarrado por la necesidad de tirar electoralmente hacia el centro y con la competencia en la derecha de Vox, tiene bien claro lo que no quiere y por qué no lo quiere, la continuidad en el poder de Pedro Sánchez y de su coro no precisamente angélico, pero no logra elaborar un discurso cuyo destinatario sea el conjunto de la sociedad. De dar para eso su ideario, la marcha atrás de Sánchez en el 'sí es sí' era una ocasión de oro para dejar claro que feminismo no es 'pamismo', pero el PP se limitó a aceptar la función de reparador de averías 'progresistas' sufriendo incluso la estafa del desprecio de Sánchez
Así las cosas, para el despliegue de nuestro progresismo todo el monte es orégano a la hora de esgrimirlo en cualquier circunstancia. Pedro Sánchez nos ha metido en un imaginario político donde la realidad no existe de no encontrarse subordinada a sus intereses. Lo que incomoda, se tapa cuidadosamente y para ello está el control de los medios de comunicación. El tratamiento en los oficiales del 'caso Tito Berni', dulcemente llamado 'caso Mediador', y el obstáculo puesto a la investigación por la presidenta del Congreso responden a ese diseño. Solo el PP es la corrupción. Este eslogan de propaganda se impone a cualquier episodio corrupto propio, que debe verse acotado ante la opinión. Las futuras tesis doctorales tienen aquí un espléndido campo de trabajo, aun cuando, a la vista de estudios ya publicados, en el análisis de contenido intervenga la autocensura de lo políticamente correcto.
Lo más importante para el espectro político acaudillado por Sánchez consiste en subrayar que todas y cada una de las leyes y medidas adoptadas por el Gobierno son progresistas. De manera clónica, las/los de Unidas Podemos blindan así sus opciones, aunque lleven a una catástrofe cuyos culpables son necesariamente otros. No hay, pues, manera de que cuestiones sustanciales sean objeto de un proceso de información y debate a la vista de los ciudadanos. De momento, no existen ni deben existir otros problemas en nuestro país que Doñana y la vivienda. En este, la ausencia de sentido del humor en los dirigentes populares les ha impedido ironizar sobre el milagro de los panes y de los peces que al calor de Semana Santa ha realizado Pedro Sánchez con la multiplicación exponencial de viviendas día a día. También les ha faltado sentido de la ponderación para reconocer que la gestión de la crisis está siendo aceptable por comparación con el entorno europeo. Condenar sin explicar es, además, poco eficaz, habida cuenta del buen trato que Bruselas da a Sánchez, incluso en temas tan abiertos a la crítica como las pensiones.
Nada ha de extrañar que la subordinación de las políticas a los intereses concretos del Gobierno lleve a una curiosa mezcla de decisionismo y oportunismo. No resulta preciso narrar una vez más lo ocurrido con el viraje sobre el Sáhara, inexplicable y antidemocráticamente inexplicado por Sánchez, de suerte que aquí progresismo es reforzar una dictadura, como recordó Yolanda Díaz, a costa de un compromiso de justicia olvidado y de un precio, el del gas argelino. En América Latina el progresismo, vía las andanzas toleradas de Zapatero, consiste en cerrar los ojos ante las dictaduras. Y si ante Ucrania no cabe otra opción que atender a la posición europea, los medios gubernamentales respaldan a China después de un viaje inútil del presidente. Al mismo tiempo, desde el interior del propio Gobierno, Ione Belarra y sobre todo el PCE, toman la vía y la argumentación de Putin, en plena coincidencia con gentes de Vox. Curioso y muy significativo: antieuropeísmo de fondo, y sobre todo antiamericanismo.
En fin, los que se llamaban antes «los medios de comunicación estatales» han ocultado dos derivas significativas en Cataluña y en Euskadi, con la incipiente preparación del referéndum y la ley de Educación. Vamos separándonos, que es lo nuestro. Y desde Pedro Sánchez, sigamos aceptándolo, que los votos se pagan. Progresismo puro.
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