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La Atención Primaria (AP) en España lleva más de 15 años dilapidando su verdadero patrimonio. La nula planificación en recursos humanos y estructurales, la pérdida de inversión económica, la burocratización de la atención, la labilidad laboral de los profesionales sanitarios durante las últimas décadas, la ... saturación de las consultas con cupos en los que la comorbilidad, el nivel socioeconómico, cultura o la edad de los usuarios no se tiene en valor, han terminado por desangrar la AP.
A pesar de lo dicho, los principios de equidad e igualdad, accesibilidad y continuidad asistencial de la AP están seguros, son estables y, como se ha comprobado en numerosos estudios, la AP ofrece los mejores resultados para la salud. Se ha objetivado que el 90% de los problemas de salud de la población se resuelven en primaria, lo que confirma que, para nuestro sistema sanitario, una AP puerta de entrada es el modelo más eficaz, integral y razonable.
Estas dos premisas, la situación de tensión que vive la AP y que es el mejor modelo, nos llevan a plantear que es urgente un cambio en el sistema actual de gestión si no se quiere que la Atención Primaria como la conocemos desaparezca.
La AP está fundamentada en una arquitectura poco flexible, impermeable a la realidad social, (nuevas profesiones sanitarias, mayor esperanza de vida, big data, IA, nuevas tecnologías diagnosticas…), lo cual impide que sea eficaz y solvente.
Se debe asegurar que la atención esté basada en prácticas de valor en cada uno de los profesionales, para lo que es necesaria una mejora de las estructuras organizativas y físicas.
Una proporcionada dimensión del número de plazas, cupos y agendas, son necesarias para eliminar, o al menos evitar, la presión sobre los sanitarios de primaria. Es necesaria una AP personalizada (la persona eje de la atención) y que haga lo que tiene que hacer (de precisión, dejar de hacer lo ineficaz).
Apunto algunas de las modificaciones que considero deben desarrollarse en los diferentes niveles de gestión: a nivel de gestión sanitaria (microgestión), capacidad para que los sanitarios puedan flexibilizar su agenda, desburocratización de la atención, equipo de referencia para cada usuario incluida la parte administrativa (la denominada triada asistencial);, organizar de forma eficiente la atención domiciliaria (los denominados avisos a domicilio), coordinación sociosanitaria, entendida como la armonización entre la red pública de salud y la red pública de servicios sociales y la creación de Gestor de Casos.
Las Gerencias (mesogestión) deben permitir la capacidad de autogestión de agendas y consultas por parte de los profesionales, es imprescindible compatibilizar la asistencia con la docencia, investigación y la formación, implantar sistemas de coordinación reales y eficaces con hospital de referencia, digitalización y análisis de la información para poder hacer estudios predictivos, prescriptivos, descriptivos y diagnósticos para mejorar la utilización los recursos sanitarios y sociosanitarios , terminar con el hopistalcentrismo (existe conocimiento fuera del hospital), fortalecer y ampliar la capacidad resolutiva de la AP, catalogo de pruebas complementarias sin límites, historia única sociosanitaria digital, medición de los resultados de lo que se está haciendo, flexibilización de los horarios de atención.
En el ámbito de la macrogestión (política sanitaria) es necesario un presupuesto finalista para cada centro con gestión autónoma, promover el liderazgo como elemento tractor y de cambio en AP.
Es preciso la reordenación territorial de aéreas sanitarias y zonas básicas, en muchos casos sin cambios desde la transferencias sanitarias. Plantear las creación de Departamento de Medicina de Familia y Comunitaria en las Facultades.
Es prioritario que se rediseñen competencias ante las nuevas profesiones en el ámbito de la salud. Se deben poner en marcha políticas sanitarias y educativas que adecuen las plantillas en número y profesiones de acuerdo a las necesidades sanitarias reales de la sociedad (salud mental, mayor esperanza de vida, educación sanitaria y actividades preventivas, enfermedades crónicas, IA ...) con el fin de poder gestionar imprevistos, mejorar las condiciones laborales y retributivas reteniendo en la comunidad el talento.
El cambio ineludible y urgente necesita financiación, se diseñen mejoras o se incorpore innovación, sin presupuesto nada es posible.
Según el Ministerio de Sanidad el gasto sanitario en el año 2022 en España fue de 92.072 millones de euros, el 6,8 % del Producto Interior Bruto; de esta cantidad ,a AP se dedicó el 14,3%, muy inferior al 60.7% que se dedicó a los servicios hospitalarios y especializados y lejos del 25% del total del presupuesto sanitario que recomienda la Organización Mundial de la Salud para que la AP cumpla con sus objetivos.
Tengamos siempre presente que la palabra 'Primaria' significa 'esencial'. Comencemos por la financiación, finalista y como mínimo de un 25%. Las propuestas están ahí.
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