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Días atrás me preguntaban ¿cómo tendría que ser la relación entre la empresa y sus empleados? Mi respuesta fue la siguiente:
Yo te diría que la relación del empleado con la empresa tendría que ser la misma que la que la empresa mantiene con el ... cliente exterior. Es decir, el empleado es un cliente interno y el cliente externo es otro factor de la ecuación, en la que tiene que haber, por todas las partes, los mismos derechos y obligaciones. Dicho de otro modo, la relación entre el cliente interno y el externo está mediatizada por la empresa y no puede ser asimétrica, si está sesgada hacia una de las partes, la otra sufrirá la tensión que se haya provocado y en medio está la empresa, como entidad que tiene que hacer productiva su labor en el mercado para ser valiosa para el cliente externo y también para el cliente interno, para el empleo. Esta es la mayor complejidad con la que tiene que lidiar la empresa; se trata de equilibrar la relación entre cliente externo y cliente interno, a fin de que para ambas partes sea satisfactoria; esa creo que es la obligación de la empresa y su derecho es el de conseguir una generación de riqueza para quien invierte recursos económicos.
La exigencia del cliente externo es, que lo que obtiene de la empresa, sea satisfactorio y su obligación es pagarlo como justa contraprestación.
La exigencia del cliente interno es recibir un trato digno y respetuoso y que se reconozcan los valores que aporta a la empresa y su obligación es la de prestar el servicio que la empresa requiere para podérselo prestar, a su vez, al cliente externo. Esta es una suerte de cadena de favores, en la que si una de las partes falla se rompe la cadena y se origina el desequilibrio que, por otra parte, es lo más habitual en cualquiera de las relaciones cliente, empleado, empresa.
Como en una bicicleta con cambios, cliente externo, empresa y empleado, son los tres platos de la cadena y luego hay 'piñones' que son los departamentos de la empresa y del cliente. Y, como en este ejemplo de la bicicleta, hay piñones de mayor y de menor tamaño, con más o menos desarrollo y la interlocución, la comunicación entre todos los intervinientes, es el aceite que engrasa la cadena para que el valor, que es lo que se obtiene cuando la bici avanza, sea el más satisfactorio en cada momento. Todo ello con independencia de las cuestas (crisis) o de las bajadas (bonanzas) que el terreno, que es el mercado, siempre nos pone por delante.
Al final, si la cadena es firme, el valor será alto y, con independencia del terreno, siempre hay que pedalear.
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