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En la canción de Celtas Cortos nos citaban esta frase y ahora me gustaría sugerirte hacer lo propio con tu experiencia de vida. Echemos la vista hacia atrás 20 o 30 años y sintamos cómo éramos antes, nosotros, el entorno, la sociedad, la familia; todo ... ha cambiado ¿verdad? El día a día muchas veces nos come, nos impide tomar esa distancia que ahora te propongo para ver los cambios, siempre pensando en positivo, que hemos experimentado. Estoy convencido de que tus ideas han evolucionado, por supuesto la relación con la tecnología (es muy posible que hoy, frente a 15 años atrás, me estés leyendo en un dispositivo electrónico), las redes sociales, la telefonía móvil, las prestaciones de los coches, la electrónica en el hogar, la música o el cine en 'streaming', etc. Pero sobre todo me parece mucho más interesante que nos miremos hacia dentro para ver cómo han cambiado nuestros pensamientos, los valores que rigen nuestras vidas, la visión de la política, la familia, los amigos (habremos perdido algunos, lamentablemente, otros habrán desaparecido de nuestras vidas y habremos conseguido nuevas amistades).
Apostaría a que sigues viéndote con los mismos principios de siempre pero más evolucionados. Seguro que has aprendido nuevas ideas, conocimientos, destrezas o habilidades. Tu empresa, tuya o para quien trabajas, habrá cambiado, su sentido y las personas que la componen; quizá te has jubilado o has cambiado de lugar de trabajo, incluso puede que hoy estés teletrabajando. Quizá hasta tienes hijos o nietos, te has casado, te has divorciado o te has vuelto a casar. La vida es cambio y el cambio casi siempre es evolución.
Quizá la cuestión más importante que quiero abordar es, partiendo del diamante con el que todos nacemos, cuánto de brillantes estamos consiguiendo ser. Con todas las limitaciones que la vida física y psíquica nos proporciona, si estamos siendo capaces de perfeccionarnos, sabiendo que la perfección no existe y que el camino de la prosperidad no tiene fin. La vida es un tablero, como el del juego de la oca, pero que nunca acaba, hasta que termina; nunca se repite, aunque lo parezca y, en función de nuestro ánimo y espíritu, las piedras que encontremos por el camino las usaremos para atacar a otros, para defendernos, para construir muros, puentes o catedrales.
Si en esta mirada hacia atrás te ves mejor, más completo, más pulido y, sobre todo, te sientes más querido, estarás haciendo un buen viaje. Si bien, más grande aún que todo eso es que tú seas el que más quiera, el que más aprecie y el que más manifieste, cada día, a los que quieres, que así es y que tu vida sin ellos no sería la misma, por muy buena que sea.
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